La delgada y preciosa atmósfera de la Tierra, vista desde la Estación Espacial Internacional. Diciembre 2009

The Earth's thin precious atmosphere, seen from the International Space Station.


La travesía espiritual es desaprender
el miedo y los prejuicios
y la aceptación del amor en nuestros corazones.
El amor es la realidad esencial
y nuestro propósito en la tierra.
Tener plena consciencia de ello,
experimentar el amor en nosotros y los demás,
es el significado de la vida.
El significado no reside en las cosas.
El significado reside en nosotros.

Marianne Williamson






25 diciembre 2009

El Irracional Mercado de Carbono




MERCADO DE CARBONO
Y CALENTAMIENTO GLOBAL (1)


Escrito por Alejandro Nadal*

Para enfrentar el problema del calentamiento global existen soluciones reales. Pero ninguna de ellas es favorecida por los centros de poder corporativo o sus aliados en los gobiernos, porque implican sacrificios de rentabilidad para los principales emisores de gases invernadero. Por eso el mercado de carbono es sistemáticamente presentado como el instrumento más efectivo para encarar este grave problema. Es más, parece ser la respuesta dominante: corporaciones gigantes, gobiernos y hasta organizaciones ambientalistas apoyan esta solución.

¿Qué es el mercado de bonos de carbono y cómo funciona? Es un mecanismo diseñado para reducir los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Se supone que genera incentivos para que las empresas que emiten GEI limiten sus niveles de contaminación atmosférica.

El mercado es organizado por una autoridad administrativa que fija un nivel máximo de emisiones permitidas. Ese volumen de contaminación permitida es asignado entre los diferentes agentes emisores (por ejemplo, de acuerdo con sus niveles históricos de contaminación), de tal manera que cada compañía tiene ahora un tope de emisiones que no debe rebasar. Si sus emisiones son inferiores, una empresa puede vender el volumen no utilizado a las que rebasaron el volumen permitido. Se supone que esto genera un sistema de incentivos y castigos, que conduce a reducir el costo de transitar hacia un sistema de menores emisiones.

El mercado de carbono no es una fantasía. El Protocolo de Kyoto (PK) estableció las bases para construir mercados de cuotas permitidas de emisiones de carbono. En Europa ya funciona el mercado más grande emisiones de carbono, el sistema de comercio de derechos de emisión (EU ETS). Estados Unidos está algo rezagado, pero el mercado puede crecer exponencialmente si el Senado aprueba la ley Waxman-Markey. Y las corporaciones de todas las ramas de la economía y muchos gobiernos presionan para que sea el principal componente del acuerdo sucesor del PK.

Este mecanismo de mercado se baña en las aguas de la ideología neoliberal y responde a la creencia de que los mercados asignan eficientemente los recursos. La crisis económica y financiera global ya debería haber enfriado el entusiasmo del pensamiento vulgar por las virtudes del libre mercado y la privatización.

El mercado de bonos de carbono tiene grandes defectos, que lo convierten en un obstáculo para alcanzar buenos resultados en materia de reducción de emisiones de GEI. La idea central del mercado de carbono es que todas las reducciones de emisiones son equivalentes. Es decir, como los gases en la atmósfera siempre se están mezclando, es lo mismo reducir una tonelada de CO2 en Oaxaca que en Milán. Por eso se pueden intercambiar los derechos a emitir gases invernadero entre agentes tan diferentes como una planta termoeléctrica, una siderúrgica o una granja porcícola. De entrada, esa premisa es un error: las reducciones de emisiones no son iguales ni desde el punto de vista de equidad, ni desde el punto de vista tecnológico.

Para empezar, las reducciones de emisiones en un país con un ingreso per cápita de 2 mil dólares anuales no son equivalentes a las de un país con un ingreso per cápita de 30 mil dólares anuales. No es lo mismo reducir las emisiones de metano generadas por un búfalo de un campesino en Bangladesh, que las de un Cadillac que circula por Park Avenue, para recordar el célebre ejemplo de Anil Agarwal.

Por otro lado, existen proyectos que sientan las bases para mayores reducciones en el futuro. Algunas reducciones de emisiones tienen un efecto multiplicador para inducir contracciones adicionales en otros sectores de la vida social y económica. En cambio, otros recortes de emisiones simplemente corresponden a ganancias en eficiencia que son consecuencia de rutinas de modernización, como cuando se introducen mejoras que debían haberse adoptado hace mucho. Es decir, el mercado de carbono puede contribuir a retrasar la reducción global de emisiones. En lugar de favorecer las innovaciones e inversiones de largo plazo en el marco de una estrategia integral, el sistema de mercado de carbono constituye una ensalada de medidas de todo tipo, sin prioridades y sin jerarquía.

Esto es clave porque la economía mundial está fuertemente anclada en su adicción a los combustibles fósiles. La infraestructura industrial y del transporte descansa tan profundamente en tecnologías integradas al consumo de combustibles fósiles, que sólo una transformación similar a la que se dio en los sistemas económicos entre 1850 y 1930 permitirá alcanzar las reducciones de emisiones que la comunidad científica está recomendando. Lo que se necesita es una transformación sistémica. No hay tiempo para parches por aquí y remiendos por allá.

El mercado de carbono proporciona una salida falsa al problema del calentamiento global. Es injusto y es ineficaz. Y lo peor es que cierra el paso a una discusión seria sobre las alternativas que permitirían alcanzar los resultados que recomienda la comunidad científica.

* Alejandro Nadal es economista, profesor investigador del Centro de Estudios Económicos, El Colegio de México, y colabora regularmente con el diario mexicano de La Jornada.

Fuente:
http://altermediamundo.blogia.com/temas/ambiente.php




EL DELIRIO DE LA
GANANCIA INFINITA (2)


Escrito por Alejandro Nadal
La Jornada

En los últimos 250 años la generación de gases de efecto invernadero asociada a la revolución industrial llegó a cambiar la composición química de la atmósfera. El proceso de calentamiento global es el resultado. Hoy que el problema ha sido plenamente identificado, el capitalismo no ha titubeado.

Fiel a su esencia, se ha aprovechado para generar un nuevo espacio de rentabilidad. No importa que después ya no quede nadie para contar el dinero.Para tomar ventaja de este nuevo espacio de rentabilidad, el capital busca crear un nuevo mercado de carbono, basado en una privatización de facto y retroactiva de la atmósfera. Se trata de crear derechos comerciales sobre la atmósfera para aquellos que generaron el problema: a las industrias emisoras de gases de efecto invernadero (GEI) se les asigna una cuota permitida de emisiones. La diferencia entre sus emisiones reales y el tope de la cuota puede ser vendido en el mercado de carbono a las empresas que exceden su cuota.

Esto equivale a privatizar los derechos a contaminar un espacio que antes no tenía dueño. Se podría haber generado un régimen jurídico que declarara a la atmósfera patrimonio común de la humanidad, con una autoridad regulatoria y un sistema de gestión comunitario (internacional). Ese sistema podría permitir reducciones de emisiones más rápidas. Pero no. En el delirio neoliberal se prefirió la privatización y seguir la canción anacrónica de las ventajas de los mecanismos de mercado. El Protocolo de Kyoto ya consagra esta privatización de la atmósfera con sus esquemas de mercado de carbono y los mal llamados mecanismos de desarrollo limpio. Y adivinen quién fue uno de los principales promotores para incorporarlos en ese tratado: nada menos que el campeón del medio ambiente y premio Nobel Al Gore.

Las mercancías en el mercado de carbono son las cuotas permitidas de emisiones de GEI. Ahora el problema es determinar su precio. Si las cuotas son muy generosas al principio, habrá una súper abundancia de la mercancía y el precio será muy bajo. No habrá ningún incentivo para venderla en el nuevo mercado y, por lo mismo, tampoco habrá un incentivo para reducir las emisiones. Desde esa perspectiva, se busca que las cuotas permitidas sean lo suficientemente bajas para ir creando algo de escasez y asegurar un precio adecuado para la nueva mercancía.

Ese balance ha sido muy problemático en el principal mercado de cuotas permitidas de emisiones de GEI. En efecto, cuando arrancó el sistema de comercio de derechos de emisión en la Unión Europea (EU ETS, por sus siglas en inglés) se asignaron cuotas permitidas en demasía. Y por supuesto, tal y como lo exige el esquema del mercado de carbono, las cuotas más importantes se asignaron a los principales contaminadores: el sector de generación de energía eléctrica, la industria siderúrgica, las refinerías, la extracción de crudo y las industrias de cemento, química y de papel.

La sobreabundancia de cuotas permitidas se convirtió en un obstáculo para el buen funcionamiento del mercado de carbono porque el precio de la tonelada de carbono se desplomó. En realidad, la llamada primera etapa del mercado europeo de carbono fracasó porque el reparto de cuotas permitidas fue ultra generoso.

De hecho, las emisiones de GEI en el entorno del mercado europeo no se han reducido. Se puede decir que se necesita más tiempo. Pero para que se puedan obtener resultados se necesitará ajustar significativamente las cuotas permitidas hacia abajo. Habrá que ver si las presiones de la industria sobre parlamentos y gobiernos lo permiten. La experiencia histórica no alimenta el optimismo. De todos modos, el mercado de carbono seguirá siendo un sistema de incentivos para la especulación y para posponer la transformación estructural que la emergencia del calentamiento global demanda.

Otro componente del mercado de carbono se encuentra en los esquemas de desarrollo limpio. En este caso, las emisiones de GEI de un agente en un país industrializado pueden compensarse con proyectos de reducción de emisiones o de captura de carbono en otros países, en especial en los países no industrializados. Éste es un mecanismo lleno de problemas, pero las presiones para que se mantenga en el acuerdo sucesor del Protocolo de Kyoto son enormes. Y la razón es sencilla: los certificados de reducción de emisiones constituyen otro jugoso filón del mercado mundial de carbono.

Cuando se observa que Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merril Lynch (Bank of America), Deutsche Bank, BNP Paribas y otras instituciones que nos dieron la mega-crisis económica y financiera global que todavía sufrimos han establecido ramas especiales para sacar provecho del mercado de carbono, hay que comenzar a preocuparse. Es evidencia de que las oportunidades para crear espacios de valorización del capital nunca se desperdician. Y el problema del calentamiento global no es una excepción. ¿Que el futuro de la biósfera está en juego? ¡Qué importa! Para el capital, el delirio de la ganancia infinita es más grande que la muerte del planeta.




MERCADO DE CARBONO
(Comunicado de la Bolsa de Comercio
de Buenos Aires)


Los mercados de carbono surgen en el mundo como una vía complementaria, alternativa y económicamente viable al compromiso asumido por muchos países, empresas e individuos para disminuir las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero (GEI), una de las principales causas del cambio climático que está sufriendo el planeta.

Los mercados de carbono pueden definirse genéricamente como el ámbito donde se negocian e intercambian unidades representantivas de derechos de emisión de GEI y/o certificados de reducción de emisiones entre gobiernos, corporaciones privadas, organismos internacionales, brokers, bancos e individuos.

Desde el punto de vista ambiental y en atención a las características de sustituibilidad de los GEI en la atmósfera, sin perjuicio del lugar físico o jurisdicción política desde donde se emitan, es posible referirse a estos mercados como de dimensiones globales y a los permisos y/o créditos que se comercializan en ellos como commodities.

El mundo registra transacciones basadas en GEI desde la década de los 90, ya sea como complemento de sistemas de reducción de emisiones impuestos a nivel nacional y/o estatal y/o iniciativas de empresarios que buscan mejorar una imagen corporativa en base a estas prácticas que son vistas como "ambientalmente amigables".

Sin embargo, el verdadero impulso a los mercados de carbono se produce a partir de la entrada en vigencia del Protocolo de Kioto (PK) en el mes de febrero de 2005 y del lanzamiento de sistemas de comercio de emisiones de GEI nacionales y/o regionales que se anticiparon al mismo (como el UK Emission Trading Scheme en el Reino Unido o más recientemente el EU Emission Trading Scheme en la Unión Europea) y que, en el último caso, admite el comercio de unidades de carbono previstas por el Protocolo.




Carbon Market Business in Latin America - Developing Partnerships with the UK

El lunes 2 de marzo de 2009 en la ciudad de Londres, se desarrolló una jornada de trabajo en la que representantes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú expusieron sobre las posibilidades de inversión en cada uno de sus países. Es de destacar que Argentina fue representada por Irene Wasilevsky (por la Bolsa de Comercio de Buenos Aires) y Máximo Sáenz (por el Fondo Argentino de Carbono). Esta iniciativa se realizó en vistas de la próxima visita que organiza la CCPO (Oficina de Proyectos de Cambio Climático del Reino Unido) a América Latina para el mes de abril. Es así como el 29 de abril Buenos Aires recibirá un grupo de de inversores dispuestos a concretar negocios de proyectos MDL (Mecanismos de Desarrollo Limpio).

ENTIDADES OPERACIONALES
DESIGNADAS


Japan Quality Assurance Organization (JQA)
JACO CDM, LTD (JACO)
Det Norske Veritas Certification Ltd. (DNVcert)
TÜV SÜD Industrie Service GmbH (TÜV-SÜD)
Tohmatsu Evaluation and Certification
Japan Consulting Institute (JCI)
Bureau Veritas Quality International Holding S.A. (BVQI Holding S.A.)
SGS United Kingdom Ltd. (SGS)
The Korea Energy Management Corporation (KEMCO)
TÜV Rheinland Japan Ltd. (TÜV Rheinland)
KPMG Sustainability B.V. (KPMG)
ERM Certification and Verification Services Ltd (ERM CVS)
British Standards Institution (BSI)
Spanish Association for Standarisation and Certification (AENOR)
TÜV NORD CERT GmbH (RWTUV)
Lloyd´s Register Quality Assurance (LRQA)
Colombian Institute for Technical Standards and Certification (ICONTEC)
Korean Foundation for Quality (KFQ)
Swiss Association for Quality and Management Systems (SQS)
PricewaterhouseCoopers – South Africa (PwC)
China Environmental United Certification Center Co., Ltd. (CEC)
RINA S.p.A (RINA)
SIRIM QAS INTERNATIONAL SDN.BHD (SIRIM)
Korean Standards Association (KSA)
Environmental Management Corp. (EMC)
Japan Management Association (JMA)
Germanischer Lloyd Certification GmbH (GLC)
China Quality Certification Center (CQC)

Para mayores datos consultar en

http://www.unfccc.int






ALEJANDRO NADAL

DOCE DIAS PARA COPENHAGUE


Fuente: La Jornada
por Alejandro Nadal
25 de noviembre, 2009

Los pronósticos de la comunidad científica sobre el cambio climático son claros. Las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) alcanzarán niveles peligrosos en pocos años. Los efectos sobre la temperatura promedio global ya se dejan sentir, precipitando el deshielo de glaciares y de la capa de hielo en el Ártico, entre otras cosas. Si se quiere evitar lo peor es necesario actuar ya.

Es decir, en materia de cambio climático, el recurso escaso es el tiempo. Lo malo es que lo estamos desperdiciando en grande. La conferencia de Copenhague, programada para arrancar el 7 de diciembre, podría ser una de las últimas oportunidades para comenzar la transición económica y tecnológica que reclama el desafío del calentamiento global.

Ésta es la decimoquinta conferencia de las partes (COP-15) de la Convención marco de Naciones Unidas sobre cambio climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés). Es un hito decisivo porque en ella se deberían aprobar los grandes lineamientos del acuerdo que debe remplazar al Protocolo de Kyoto (PK), que expira en 2012. Éste es el tratado internacional aprobado en 1997 para comenzar a limitar las emisiones de gases de invernadero y reducir la adicción a los combustibles fósiles.

Desgraciadamente, las modestas metas del PK ni siquiera se cumplieron. Las lecciones del PK no pueden ser ignoradas.

El secretario ejecutivo de la UNFCCC, Yvo de Boer, piensa que la conferencia de Copenhague todavía puede cumplir su meta principal si se pueden responder las siguientes preguntas. Desgraciadamente no se da cuenta de que ya se conocen las respuestas.

Primero: ¿cuál es el nivel de reducción de emisiones de gases de invernadero que los países industrializados están dispuestos a aceptar? Aquí se trata de poner sobre la mesa metas cuantitativas que van a tener carácter vinculante. Pero ya es evidente a estas alturas que Estados Unidos no va a acudir a la conferencia con un mandato claro sobre el nivel de reducción de emisiones para los próximos 50 años. La razón es que el Senado de ese país acaba de posponer el debate de la ley Kerry-Boxer para la primavera de 2010. Esa iniciativa establecerá las metas de reducciones estratégicas de Estados Unidos y está articulada con el esquema de mercado de bonos de carbono de la ley Waxman-Markey, que también se encuentra en pleno debate en el Senado. Aun cuando Obama anuncie metas de reducciones en los próximos días, a aprobación de la ley Kerry-Boxer en el Senado no está garantizada: todos sabrán que Estados Unidos llegará con las manos vacías a Copenhague. Eso arrastrará a Europa, China e India.

Segundo: ¿qué están dispuestos a hacer los grandes países en desarrollo como China, India y Brasil para limitar el crecimiento de sus emisiones? Las emisiones de estos países crecen rápidamente. En su viaje a China la semana pasada, Barack Obama y el presidente Hu Jintao llegaron a un acuerdo implícito: en Copenhague no va a surgir un gran acuerdo con metas cuantitativas de reducciones de GEI. Eso implica que la India y Brasil tampoco van a comprometerse.

La tercera pregunta: ¿cómo se va a financiar la ayuda que necesitan los países no industrializados y cómo se va a administrar ese dinero? Para comenzar, las cifras de los últimos tres decenios sobre el flujo de ayuda a los países en desarrollo no permiten el optimismo. Y las cosas han empeorado: con la crisis financiera y económica global, no soplan vientos de gran generosidad en los países de los que podría emanar la ayuda. Así que, más allá de discutir si se establece una agencia multilateral que centralice los recursos y los asigne con un esquema de prioridades, o si se deja que la ayuda bilateral sea el canal privilegiado, lo que se requiere es llamar la atención sobre la necesidad de un nuevo gran paradigma para reorganizar las relaciones económicas internacionales.

Las respuestas a las preguntas de Yvo de Boer no favorecen el optimismo. Sin embargo, si no hay humo blanco en Copenhague, eso no es necesariamente lo más malo que puede suceder. Después de todo, sería peor despertar después de la COP-15 con un tratado que cristalice instituciones perversas en un mundo que se engaña a sí mismo con la ilusión de que, ahora sí, ya trabaja para resolver el problema.

Si lo que se busca en Copenhague es un refrito del Protocolo de Kyoto estamos frente a un grave problema. Hay que reconocer que el PK no fue un buen tratado. Sus metas fueron pobres y tenía grandes ventanas para eludir compromisos. Es hora de abandonar los esquemas que se proponen en su nombre (¡como si la experiencia de Kyoto hubiera sido exitosa!). Entre otras cosas, hay que desechar la solución del mercado de bonos de carbono, en el que, al final de cuentas, “el que contamina gana”. También hay que desechar la idea de un impuesto regresivo a las gasolinas como si eso fuera “la” solución. Se necesitan estrategias de transformaciones estructurales, no soluciones mágicas. Sobre todo, es hora de pasar a un esquema en el que la justicia sea el eje principal para enfrentar el problema del cambio climático.



nature vs. civilization - by-bec-young


COPENHAGUE:
RESISTENCIAS DEL CAPITAL

Fuente: La Jornada
por Alejandro Nadal
9 de diciembre, 2009

El capital sólo puede existir como fracciones privadas de valorización. Son las empresas: centros de acumulación enfrascadas en una lucha constante para aumentar el valor de su núcleo de capital. El cambio técnico es uno de los instrumentos más importantes de esa competencia intercapitalista. Por eso el capitalismo genera continuamente innovaciones técnicas.

Éste es un rasgo que resaltan tanto los aduladores del capital como sus críticos. Y de ahí muchos concluyen que el capitalismo está dotado de una gran capacidad de adaptación a los cambios que se producen a su alrededor.

Pero el capitalismo también está lastrado por inercias profundas que frenan su capacidad de cambio. La razón es que una vez que se han realizado las inversiones asociadas a una trayectoria tecnológica, el capital tiene que amortizarlas y resiste los cambios con la misma tenacidad con la que antes empujaba las transformaciones. Por eso los funcionarios de las empresas transnacionales, que llevan la lógica del capital hasta en las venas, resistirán con todas sus fuerzas cualquier amenaza a su base de poder. La flexibilidad de la economía capitalista tiene límites poderosos.

Por ejemplo, hay algo que no ha cambiado en la trayectoria tecnológica del capitalismo en los últimos 200 años. El proceso de acumulación ha estado cristalizado sobre una plataforma energética de combustibles fósiles. Desde los albores de la revolución industrial la base material del capitalismo, a escala global, depende de una manera u otra de la extracción y utilización de combustibles fósiles. Este perfil energético terminó por alterar la composición química de la atmósfera en estos dos últimos siglos.

Hoy sabemos con certeza que esto constituye la peor amenaza para la especie humana. La única manera de enfrentar estos cambios en la atmósfera implica transformaciones profundas en la estructura material que sostiene la acumulación capitalista. El capitalismo resistirá esos cambios, porque los costos asociados se presentan como insoportables a los funcionarios del capital. La conferencia de Copenhague sobre cambio climático es la prueba.

En esta importante conferencia la solución planteada desde los centros de poder descansa en dos vertientes que son funcionales a la acumulación privada. La primera es el mercado de carbono, una falsa solución que acabará por imponerse en la declaración final de Copenhague. En este esquema, miles de empresas recibirán gratuitamente cuotas permitidas de emisiones de gases invernadero. Podrán vender el excedente no utilizado en un mercado especial, supuestamente creando los incentivos para la gran transformación de la base energética. Es un premio para los contaminadores históricos, no un instrumento eficaz para reducir y estabilizar las emisiones de gases invernadero.

La segunda vertiente es el esquema de financiamiento para que los países pobres puedan reducir sus emisiones y adaptarse a los efectos del cambio climático. La Agencia Internacional de Energía calcula las necesidades de los países que no son miembros de la OCDE en 197 mil millones de dólares (mmdd) de inversiones para reducir las emisiones de carbono para el año 2020. Si, como se propone por los países ricos, esos recursos son manejados por el Banco Mundial, ya nos podemos despedir de cualquier cosa que se parezca al desarrollo sustentable.

Obama piensa que los países ricos pueden llegar a un acuerdo sobre la cifra de 10 mmdd anuales en Copenhague. Pero también ha señalado que a largo plazo la mayor parte de los recursos deben provenir del sector privado. Para ello, la Casa Blanca y el Banco Mundial insisten en que los países pobres deben ofrecer incentivos para las inversiones que podrían reducir las emisiones de carbono. Ya sabemos cuáles son esos incentivos: apertura, privatización, desregulación. Es decir, hay que perpetuar el modelo neoliberal para asegurar una solución al cambio climático.

Así se cierra el círculo. Por un lado se exigirá a los países pobres mantener “incentivos” para atraer inversiones extranjeras necesarias que supuestamente reducirán las emisiones de gases invernadero. No importa que el modelo neoliberal sea un insulto social y ambiental. Por el otro lado, se va a “garantizar” que tengan acceso a un buen mercado internacional de bonos de carbono con el fin de canalizar más recursos para reducir las emisiones de carbono. No importa que el mercado de carbono sea un gran fracaso anunciado.

El capital y sus centros de poder prefieren llevar a la ruina al mundo entero, antes que sacrificar sus fuentes de privilegios. Las grandes corporaciones cuya capacidad productiva descansa en los combustibles fósiles van a oponer feroz resistencia a todo lo que suene a cambio. Poco importa que la perspectiva de procesos de cambio climático descontrolados constituya la peor amenaza para la humanidad y la biósfera. El capital, en su delirio de acumulación sin fin, está dispuesto a sacrificarlo todo. Si las organizaciones sociales no ejercen la presión suficiente, la conferencia de Copenhague será un espacio para profundizar la destrucción ambiental y la explotación social.

http://nadal.com.mx





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