La delgada y preciosa atmósfera de la Tierra, vista desde la Estación Espacial Internacional. Diciembre 2009

The Earth's thin precious atmosphere, seen from the International Space Station.


La travesía espiritual es desaprender
el miedo y los prejuicios
y la aceptación del amor en nuestros corazones.
El amor es la realidad esencial
y nuestro propósito en la tierra.
Tener plena consciencia de ello,
experimentar el amor en nosotros y los demás,
es el significado de la vida.
El significado no reside en las cosas.
El significado reside en nosotros.

Marianne Williamson






28 diciembre 2009

Declaración de los pueblos en Klimaforum09




Cambiemos el sistema, no el clima

Declaración de los pueblos en Klimaforum09

RESUMEN


Hay soluciones a la crisis del clima. Lo que necesitan los pueblos y el planeta es una transición justa y sostenible de nuestras sociedades a un modelo que garantice el derecho a la vida y la dignidad de todas las personas, y entregue un planeta más fértil y vidas más plenas a las generaciones presentes y futuras.

Nosotros, los pueblos, las comunidades y todas las organizaciones participantes en Klimaforum09 en Copenhague, hacemos un llamado a todas las personas, organizaciones, gobiernos e instituciones, incluidas las Naciones Unidas, para que contribuyan a esta transición necesaria. Será un trabajo difícil. La crisis actual reviste aspectos económicos, sociales, ambientales, geopolíticos e ideológicos que se afectan y se fortalecen mutuamente, y que potencian la crisis del clima. Por este motivo llamamos a la acción urgente sobre el clima:

· Abandonar completamente los combustibles fósiles en los próximos 30 años, que deben incluir hitos específicos para cada período quinquenal. Exigimos una reducción inmediata en las emisiones de gases de efecto invernadero de los países industrializados de, como mínimo, un 40% en comparación con los niveles de 1990 para el año 2020.

· Reconocer, pagar y compensar la deuda climática por el consumo excesivo del espacio atmosférico y los efectos negativos del cambio climático sobre los pueblos y poblaciones afectados.

· Rechazar las falsas y peligrosas soluciones orientadas al mercado y centradas en la tecnología que proponen muchas compañías transnacionales. Entre ellas, la energía nuclear, los agrocombustibles, la captura y el almacenamiento del carbono, los Mecanismos de Desarrollo Limpio, el biochar, los cultivos transgénicos “climate ready”, la geoingeniería y la reducción de emisiones a través de la deforestación y de la degradación de los bosques (REDD) definida en la CMNUCC, que agravan los conflictos sociales y medioambientales.

· Soluciones reales a la crisis climática basadas en el uso seguro, limpio, renovable y sostenible de los recursos naturales, y la transición a la soberanía alimentaria, energética, sobre la tierra y las aguas.

Por tanto exigimos que la CDP15 llegue a un acuerdo que inicie la recuperación del equilibrio ambiental, social y económico del planeta con medios que sean sostenibles e igualitarios ambiental, social y económicamente, y que finalmente culmine en un tratado jurídicamente vinculante.

Los impactos negativos del cambio climático causado por el hombre producen graves violaciones de los derechos humanos. Las naciones tienen la obligación de cooperar en el ámbito internacional para garantizar el respeto de los derechos humanos en todo el mundo, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas. Cualquier acuerdo específico sobre el cambio climático debe entenderse en el contexto más amplio de lograr una transición sostenible de nuestras sociedades.

Nosotros, los pueblos y organizaciones que participamos en Klimaforum09, nos obligamos a proseguir con nuestro compromiso pleno y activo por esta transición, que exige cambiar fundamentalmente las estructuras sociales, políticas y económicas, y corregir las desigualdades e injusticias por motivo de género, clase, raza, generación o grupo étnico.

Para ello hay que restaurar la soberanía democrática de nuestras comunidades locales, como unidad social, política y económica básica. La propiedad, el control y el acceso local y democrático de los recursos naturales forma la base de un desarrollo significativo y sostenible de las comunidades, al tiempo que reduce la emisión de gases de efecto invernadero. También son necesarios acuerdos regionales e internacionales de cooperación más sólidos para gestionar recursos comunes y compartidos, y una ONU más fuerte y democrática.

Llamamos a todos los afectados, personas, movimientos sociales, organizaciones culturales, políticas y económicas a que se unan a nosotros en la construcción de un movimiento de movimientos fuerte y global, que promueva las visiones y demandas de los pueblos en todos los niveles de la sociedad. Juntos, podemos propiciar una transición mundial hacia un futuro sostenible.


Cambiemos el sistema, no el clima

Declaración de los pueblos en Klimaforum09


1. Preámbulo

Hay soluciones a la crisis del clima. Lo que necesitan los pueblos y el planeta es una transición justa y sostenible de nuestras sociedades a un modelo que garantice el derecho a la vida y la dignidad de todas las personas, y entregue un planeta más fértil y vidas más plenas a las generaciones presentes y futuras. Una transición basada en los principios democráticos de la solidaridad, en particular con los más vulnerables, la no discriminación, la igualdad de género, la equidad y la sostenibilidad; que reconozca que somos parte de la naturaleza, a la que amamos y respetamos. Para solucionar la crisis del clima, sin embargo, es necesario despertar conciencias y adoptar medidas decisivas según principios que respeten los derechos. Las naciones tienen la obligación de cooperar en el ámbito internacional para garantizar el respeto de los derechos humanos en todo el mundo, de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.

Nosotros, los pueblos, las comunidades y todas las organizaciones participantes en Klimaforum09 en Copenhague, hacemos un llamado a todas las personas, organizaciones, gobiernos e instituciones, incluidas las Naciones Unidas, para que contribuyan a esta transición necesaria. Será un trabajo difícil. La crisis actual reviste aspectos económicos, sociales, ambientales, geopolíticos e ideológicos que se afectan y se fortalecen mutuamente, y que potencian la crisis del clima. Esta encrucijada de crisis climática, energética, financiera, alimentaria e hídrica, entre otras, nos empuja a unirnos y a transformar el sistema social y económico dominante y la gobernanza mundial, que impide hallar las soluciones que exige la crisis del clima. Por este motivo, es necesario un movimiento de base que actúe urgentemente.

Es necesario pagar la deuda ambiental y climática. No se deben promover y adoptar soluciones falsas, peligrosas y a corto plazo como la energía nuclear, los agrocombustibles, la compensación de emisiones, la captura y almacenamiento del dióxido de carbono, el biochar, la bioingeniería y el comercio de derechos de emisión. En lugar de ello, deberíamos llevar a cabo una transición plenamente sostenible, basada en recursos limpios, seguros y renovables y en la conservación de energía. Celebramos las alianzas entre los movimientos sociales y los diversos sectores, que representen a todos los grupos de edad, géneros, orígenes étnicos, creencias, comunidades y nacionalidades. Queremos dar forma a nuestro futuro construyendo un movimiento popular sólido compuesto por jóvenes, mujeres, hombres, trabajadores, campesinos, pescadores, pueblos indígenas, gente de color y grupos sociales urbanos y rurales que sea capaz de actuar a todos los niveles de la sociedad para paliar la degradación del medio ambiente y el cambio climático. Instamos a un nuevo orden económico internacional y apoyamos una Organización de las Naciones Unidas fuerte y democrática, por oposición al G8, el G20 u otros grupos cerrados de países poderosos.


2. El desafío, desde nuestro punto de vista:

La concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera ha alcanzado ya niveles tan altos que el sistema climático se ha desequilibrado. La concentración de CO2 y la temperatura del mundo han aumentado aceleradamente en los últimos 50 años y subirán aun más rápido en las próximas décadas. Esto se suma a multitud de desequilibrios ecológicos, cuyo impacto pone en peligro las vidas y medios de subsistencia de los pueblos del mundo, y en particular de las personas desfavorecidas y otros grupos vulnerables.

El desequilibrio del sistema climático da lugar a episodios extremos más acusados y frecuentes de calor y lluvias, ciclones tropicales, huracanes y tifones, inundaciones y sequías intensas, pérdida de biodiversidad, corrimientos de tierras, aumento del nivel del mar, escasez de agua potable, periodos vegetativos mas cortos, menor rendimiento, deterioro o pérdida de tierras agrícolas, menor producción agrícola, pérdidas de ganado, extinción de ecosistemas y agotamiento de los caladeros, entre otros. Estos fenómenos dan lugar a crisis alimentarias, hambruna, enfermedades, muertes y desplazamientos, así como a la desaparición de formas de vida sostenibles.

A esto se suma la introducción de los transgénicos, los monocultivos y la industrialización de la agricultura, fuertemente promovida por empresas que suponen una grave amenaza para la estabilidad y diversidad de los ecosistemas. Además, esto acarrea la marginalización y el empobrecimiento de los pequeños campesinos y socava su soberanía alimentaria. La agricultura industrial tiene por objeto dar respuesta a la demanda mundial que procede del consumo excesivo, en particular en los países del Norte, y no a las necesidades básicas locales. Lo mismo puede decirse de las industrias pesqueras modernas, la silvicultura intensiva y la minería, que destruyen los ecosistemas, disminuyen la biodiversidad y arruinan la vida y los medios de subsistencia de las comunidades locales.

Estas consecuencias del cambio climático, junto a la desigualdad social creciente y las graves repercusiones en nuestro entorno común, ya están devastando las vidas de millones de personas y comunidades locales. Ahora bien, nosotros los pueblos no estamos dispuestos a aceptar que ese sea nuestro destino. Por eso están surgiendo con rapidez movimientos populares que están decididos a defender sus medios de vida y a luchar contra esas fuerzas y las causas que nos han llevado por este camino suicida de destrucción ambiental.

En Asia, África, Oriente Medio, Oceanía y América Central y del Sur, así como la periferia de América del Norte y Europa, están surgiendo movimientos populares para luchar contra la explotación de sus tierras por parte de intereses extranjeros y retomar el control de sus propios recursos. Una nueva forma de activismo ha revitalizado los movimientos ambientalistas y ha dado lugar a una amplia variedad de protestas y acciones contra la minería, las grandes presas, la deforestación, las centrales térmicas de carbón, la navegación aérea y la construcción de nuevas carreteras, entre otras. Cada vez hay mayor conciencia sobre la necesidad de cambiar profundamente el actual paradigma económico. En los distintos movimientos están proliferando formas de vida alternativas. Al mismo tiempo, la opinión pública se ha dado cuenta de que los responsables políticos actuales no están dispuestos a enfrentarse a la amenaza del cambio climático y de la degradación ambiental. La llamada estrategia de crecimiento verde o crecimiento sostenible ha resultado ser una excusa para perpetuar el mismo modelo básico de desarrollo económico, que es una de las causas fundamentales de la destrucción ambiental y la crisis climática.


3. Las causas, desde nuestro punto de vista:

La causa inmediata y principal del cambio climático producido por la mano del hombre es una emisión sin precedentes de gases de efecto invernadero a la atmósfera, originada por el incremento del consumo de combustibles fósiles para la industria, el comercio, el transporte y fines militares, por mencionar sólo algunas fuentes significativas. Otros inductores importantes del cambio climático son la deforestación, las industrias extractivas, la degradación forestal (con excepción de la agricultura itinerante sostenible de los pueblos indígenas), la interrupción del ciclo del agua, el robo de tierras para extender la agricultura industrial, el aumento de la producción cárnica industrial y otros tipos de uso no sostenible de los recursos naturales.

Control y propiedad desiguales de los recursos

Estas causas inmediatas son el resultado de un sistema económico mundial no sostenible construido a partir de un acceso y un control desiguales a los limitados recursos del planeta y a los beneficios que se derivan de su uso. Este sistema se basa en la apropiación de tierras comunales locales, nacionales y mundiales por parte de las élites locales y mundiales. Los tan alabados avances en tecnología, en producción y en progreso humano son los que en realidad han producido los desastres de desarrollo locales y mundiales. Aún así, una élite mundial privilegiada sigue empeñada en un consumo desmesurado y una producción irresponsable que busca solo el lucro, mientras un gran porcentaje de la humanidad se ve sumido en la pobreza y consume apenas lo necesario para la subsistencia y la supervivencia, o incluso menos. Ésta es la situación no sólo en los países del Sur, sino también en el Norte. Las empresas transnacionales más grandes del mundo, con sede principalmente en los países del Norte y en paraísos fiscales, pero con operaciones en todo el mundo, llevan mucho tiempo al frente de estos excesos.

La competencia entre las transnacionales y los países ricos por los recursos y por mayores cuotas de mercado, así como los acuerdos y tratados de comercio, han llevado a una opresión neocolonial de los pueblos del Sur, a los que se les han negado la propiedad y el control legítimos de sus recursos. La Organización Mundial del Comercio, las instituciones financieras internacionales, así como la Unión Europea y los Estados Unidos, por medio de acuerdos bilaterales, están incrementando la privatización y la mercantilización de los recursos públicos a la vez que intensifican el robo de los recursos naturales a los países subdesarrollados y les imponen condiciones que aumentan su dependencia.

Corrientes de pensamiento imperantes y alternativas

El modelo de desarrollo que promueven estas instituciones no es sólo cuestión de “economía”. El paradigma económico imperante está directamente relacionado con un sistema de pensamiento que se basa en una imagen del ser humano como “ser económico”. Esta ideología la apoyan los grandes medios de comunicación y las empresas de mercadotecnia que promueven el egoísmo, la competencia, el consumo material y la acumulación ilimitada de riqueza personal sin prestar atención a las consecuencias sociales y ecológicas de tal comportamiento.

Este sistema de pensamiento está íntimamente ligado a las corrientes de patriarcado y paternalismo. Si realmente queremos hacer frente a esta crisis, necesitamos entender que la especie humana forma parte tanto de la naturaleza como de la sociedad, y que no puede existir sin ellas. Por tanto, si queremos que la humanidad sobreviva, tenemos que respetar la integridad de la Madre Tierra y tenemos que esforzarnos por conseguir la armonía con la naturaleza y la paz dentro y entre las culturas. Somos, al mismo tiempo, ciudadanos de diferentes países y de un sólo mundo. Todos compartimos la responsabilidad por el bienestar presente y futuro de la familia humana y de todos los demás seres vivos. El espíritu de solidaridad humana y de parentesco con toda forma de vida se refuerza si vivimos de acuerdo con el principio de “Uno entre muchos”.


4. Una transición justa y sostenible

Está claro que para solucionar la crisis del clima se requieren transformaciones de gran alcance, que actualmente están excluidas del orden del día de quienes diseñan las políticas en los gobiernos y en las instituciones multilaterales. Los pueblos piden un cambio de sistema, no “lo mismo de siempre”, ni el uso indiscriminado de apaños tecnológicos y comerciales con los que los grandes intereses han establecido y limitado la agenda climática.

Los movimientos populares no carecen de visiones alternativas para la sociedad ni de pasos concretos que se deban tomar para acercarse a un futuro sostenible a la vez que se abordan las crisis climática, hídrica, económica y alimentaria. Dicha transición sostenible empezará con muchas iniciativas diferentes. Algunos de los pasos hacia la transición sostenible son:

· Soberanía alimentaria y agricultura ecológica: Defender el derecho de los pueblos, comunidades y países a establecer sus propios sistemas de producción, incluyendo las políticas de agricultura, pesca, alimentación, bosques y territorio que sean apropiadas para sus circunstancias desde un punto de vista ecológico, social, económico y cultural. Se debe respetar y garantizar el acceso de las personas, especialmente de las mujeres, al control de los recursos productivos tales como la tierra, las semillas y el agua. La producción agrícola debe basarse principalmente en conocimientos locales, tecnologías apropiadas y técnicas sostenibles desde un punto de vista ecológico que absorban el CO2, lo mantengan en los diferentes sistemas nativos de plantación, capten y mantengan el agua y devuelvan al suelo más nutrientes de los que se extrajeron. La producción agrícola y alimentaria se debe centrar principalmente en satisfacer las necesidades locales, fomentar el autoabastecimiento y promover el mercado laboral local, así como en reducir el uso de recursos, los residuos y las emisiones de gases de efecto invernadero a lo largo del proceso.

· Apropiación democrática y control de la economía: La reorganización de los bienes de producción de la sociedad hacia formas más democráticas de apropiación y gestión, con el fin de satisfacer las necesidades básicas de las personas, tales como la creación de empleo, el acceso al agua, la vivienda, la tierra, los sistemas sanitarios y educativos, la soberanía alimentaria y la sostenibilidad ecológica. Las políticas públicas deben garantizar que los sistemas financieros favorezcan los intereses públicos y que canalicen los recursos para la transformación sostenible de la industria, la agricultura y los servicios.

· Soberanía energética: Una reducción radical del consumo energético, especialmente en los países injustamente enriquecidos, combinada con un nuevo enfoque hacia fuentes de energía públicas y renovables, como la energía solar, eólica, geotérmica, del oleaje y de las minicentrales hidroeléctricas, así como el desarrollo de sistemas de distribución eléctrica autosuficientes para garantizar el suministro de energía a las comunidades, y la propiedad pública de la red eléctrica.

· Planificación ecológica de las zonas urbanas y rurales: El objetivo es reducir radicalmente el consumo de energía y recursos, y la cantidad de residuos y contaminación, fomentando al mismo tiempo que se cubran las necesidades básicas de los ciudadanos con medios locales. Una planificación urbana y rural basada en los principios de la justicia social que ofrezca un servicio igualitario a todo el mundo y reduzca la necesidad de transporte. Promover los sistemas de transporte público, como sistemas ferroviarios ligeros y de alta velocidad y carriles bici, para reducir de este modo la necesidad de utilizar vehículos privados a motor y descongestionar las carreteras, a la vez que se mejora la salud pública y se reduce el consumo de energía.

· Instituciones educativas, científicas y culturales: Reorientar la investigación pública y la educación para satisfacer las necesidades de la población y el medio ambiente, en lugar de la tendencia actual que se limita a desarrollar tecnologías privadas y lucrativas. La investigación y el desarrollo debería ser, ante todo, un esfuerzo abierto y colaborativo por el bien común de la humanidad. Se deberían eliminar las patentes sobre las ideas y la tecnología. Se debería fomentar un intercambio justo de tecnologías apropiadas, el conocimiento tradicional y las prácticas indígenas innovadoras, así como el intercambio de ideas entre países.

· Poner fin al militarismo y a las guerras: El actual modelo de desarrollo basado en los combustibles fósiles nos conduce a la violencia, la guerra y los conflictos armados por el control de la energía, la tierra, el agua y otros recursos naturales. Esto queda patente en la invasión y ocupación de Iraq y Afganistán dirigidas por Estados Unidos y la militarización en todo el mundo de aquellas regiones que poseen combustibles fósiles y otros recursos naturales. Se está expulsando violentamente a campesinos y comunidades indígenas de sus tierras para abrir paso a plantaciones de agrocombustibles. Se han gastado billones de dólares en la industria armamentística, despilfarrando ingentes recursos humanos y materiales que deberían dedicarse a realizar una transición sostenible.

Dando pasos hacia adelante vamos aprendiendo. Estos pasos nos ayudarán a convencer a la gran mayoría de la gente de que una transición sostenible trae la promesa de una vida mejor y más plena. Los campos social, político, económico y ambiental están íntimamente interrelacionados. Por tanto, una estrategia coherente debería cubrirlos todos: esta es la idea central del concepto de transición sostenible.

Un aspecto de este concepto es el reestablecimiento de las comunidades locales en lugar del mercado global como unidad básica social, política y económica. La cohesión social, la participación democrática, la rendición de cuentas económica y la responsabilidad ecológica sólo se pueden alcanzar asegurando que cada decisión se tome al nivel más básico que sea adecuado. Ésta es una lección básica que hemos aprendido de las culturas étnicas y las comunidades locales.

Un enfoque comunitario, por tanto, no contradice la necesidad de una cooperación internacional extensiva. Por el contrario, requerirá alianzas más firmes dentro y a través de las fronteras entre productores directos en la agricultura, la silvicultura, la pesca y la industria. Las alianzas reforzadas por la igualdad de género y por el reconocimiento y la eliminación de las relaciones de poder injustas a todos los niveles. También incluye la necesidad de acuerdos cooperativos regionales e internacionales más fuertes para administrar los recursos comunes y compartidos, como los recursos hídricos transfronterizos. Además, la cooperación internacional promoverá el intercambio completo de ideas, tecnologías y conocimientos a través de todas las fronteras, además de entrar en un diálogo abierto, basado en el respeto mutuo entre las diferentes culturas.


5. Vías de transición

Muchas personas trabajan para crear una industria, agricultura, silvicultura y pesca más sostenible, así como en el sector de las energías renovables. Estas iniciativas dentro del sistema han desarrollado aún más las alianzas con otros sectores de la sociedad, los sindicatos, los consumidores, la población urbana, los profesores y los investigadores; todos ellos se esfuerzan para alcanzar modos de vida más sostenibles.

Naciones Unidas y la Conferencia de las Partes

Debemos influir en las negociaciones sobre el Cambio Climático y la 15ª Conferencia de las Partes (CDP15) de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC). Las lecciones aprendidas de rondas de negociaciones previas no son muy prometedoras. A pesar de los planes de alto nivel de acción concertada iniciados en la Convención Marco sobre el Cambio Climático de Río de Janeiro de 1992, y posteriormente en el Protocolo de Kioto de 1997, los resultados son escasos y no se han solucionado los problemas. De hecho, la situación ha empeorado, pues ha habido muy poco progreso en los principios, objetivos y plazos de la Convención y del Protocolo.

Los mismos intereses de las grandes empresas, que en gran medida son responsables de la crisis del clima, parecen tener una influencia inmensa en las políticas climáticas a escala nacional y mundial. Nos oponemos firmemente a esta influencia antidemocrática de los lobbies en las actuales negociaciones de la CDP. Al contrario, pedimos a los estados que pongan en práctica mecanismos de evaluación para todas las políticas e instrumentos

políticos bajo la CMNUCC, para asegurar procesos inclusivos y deliberativos multilaterales que reparen las desigualdades existentes, ya sean de género, color, edad, discapacidad u otras formas de discriminación en las negociaciones de la CDP. Exigimos que la CDP15 llegue a un acuerdo que inicie la recuperación del equilibrio ambiental, social y económico del planeta con medios que sean sostenibles e igualitarios ambiental, social y económicamente, y que finalmente culmine en un tratado jurídicamente vinculante.

Nuestras exigencias

Levantamos nuestra voz ante los líderes de la CMNUCC para postular las exigencias y alternativas del pueblo.

1. Supresión de los combustibles fósiles: Pedimos una estrategia clara para desmantelar la era de los combustibles fósiles en los próximos 30 años, que deben incluir hitos específicos para cada período quinquenal. Exigimos una reducción inmediata en las emisiones de gases de efecto invernadero de los países industrializados de, como mínimo, un 40% en comparación con los niveles de 1990 para el año 2020.

2. Reparaciones y compensación por la deuda climática y por los delitos ambientales: Exigimos reparaciones plenas para los países del Sur y aquellos empobrecidos por los estados del Norte, las corporaciones transnacionales y por instituciones de paraísos fiscales. De este modo, afrontamos parcialmente las injusticias históricas asociadas a la industrialización desigual y el cambio climático, originado en el genocidio de naciones indígenas, el tráfico transatlántico de esclavos, la era colonial y las invasiones. Esto debe ir acompañado de una estrategia igualmente clara para que los que se han enriquecido compensen a los pueblos empobrecidos por la deuda climática, y más ampliamente por la deuda ecológica.

Se debería establecer un fondo global y democrático para dar un apoyo directo a las víctimas del cambio climático. Los países desarrollados deben proporcionar tecnologías nuevas, obligatorias, adecuadas, con financiación fiable y libre de patentes para que se adapten mejor a impactos climáticos adversos y para llevar a cabo reducciones de emisiones. Esto permitiría a los países en desarrollo desempeñar un papel en la contención del cambio climático, al mismo tiempo que se satisfacen las necesidades y aspiraciones de sus poblaciones. Las instituciones financieras internacionales, las agencias donantes y los mecanismos comerciales no deberían tener parte en las reparaciones.

3. Una prohibición global inmediata de la deforestación de bosques primarios y el inicio paralelo de un programa mundial ambicioso de plantación de árboles basado en especies nativas de diversa índole en asociación con pueblos indígenas y comunidades dependientes de los bosques. De forma similar, una prohibición de métodos de pesca industrial a gran escala y una vuelta a prácticas pesqueras principalmente de tipo local y sostenible. Por último, una prohibición de la apropiación de la tierra por parte de intereses extranjeros y la aceptación plena de la soberanía popular sobre los recursos naturales.

4. Nos oponemos radicalmente a las falsas y peligrosas soluciones orientadas al mercado y centradas en la tecnología que proponen muchas compañías transnacionales. Entre ellas, la energía nuclear, los agrocombustibles, la captura y el almacenamiento del carbono, los Mecanismos de Desarrollo Limpio, el biochar, los cultivos transgénicos “climate ready”, la geoingeniería y la reducción de emisiones a través de la deforestación y de la degradación de los bosques (REDD) definida en la CMNUCC. Todas ellas no hacen más que producir nuevas amenazas ambientales y no solucionan la crisis del clima. Las compensaciones y el comercio del carbono también son instrumentos falsos e injustos porque tratan un recurso mundial común, como es la atmósfera, como un producto que puede poseerse y comercializarse.

Hasta ahora el sistema no ha mostrado ninguna ventaja y, al permitir a los países ricos compensar la reducción de sus obligaciones, ha mantenido este sistema injusto e insostenible.

5. Un impuesto equitativo sobre las emisiones de carbono: Exigimos un impuesto equitativo sobre las emisiones de carbono en lugar del régimen de cuotas comerciables carbono. Los ingresos obtenidos a través de dicho impuesto deben devolverse a los pueblos de manera equitativa y una parte de ellos debería utilizarse para compensar y para contribuir a financiar la adaptación y a la mitigación. Sin embargo, esto no sustituye la reparación de la ya acumulada deuda climática. Dicha compensación y financiación debe ser incondicional y quedar fuera de los mecanismos de mercado y de las instituciones financieras. Se debe fomentar la reducción de las emisiones por medio de un impuesto sobre el carbono transparente y fuertemente progresivo, y por medio de reglamentos específicos que eliminen paulatinamente el uso de combustibles fósiles a la vez que promueven una energía segura, limpia y renovable.

6. Instituciones multilaterales y empresas transnacionales: Las instituciones económicas y financieras internacionales como la Organización Mundial del Comercio, el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, los bancos de desarrollo regional, las instituciones donantes y los acuerdos de comercio son injustos, no sostenibles y no rinden cuentas y habría que sustituirlos por instituciones equitativas y democráticas que funcionen dentro del marco de la Carta de las Naciones Unidas, que respeten la soberanía popular sobre los recursos y promuevan la solidaridad entre los pueblos y las naciones. También se debería crear un mecanismo que controle y vigile estrechamente las operaciones de las empresas transnacionales.

Finalmente, nos comprometemos a trabajar activamente para llevar a cabo estas transiciones sostenibles para nuestras sociedades dentro de las líneas que impulsamos en esta Declaración.


6. Un movimiento mundial para una transición sostenible

Independientemente de los resultados de la Cumbre de Copenhague sobre el Cambio Climático, hay una necesidad urgente de construir un movimiento mundial de movimientos que trabajan a largo plazo a favor de una transición sostenible para nuestras sociedades. A diferencia de las estructuras de poder vigentes, este movimiento debe crecer en sentido ascendente. Lo que necesitamos es una gran alianza de movimientos ambientales, sociales, sindicales, agrícolas, de sociedad civil y otras partes alineadas que puedan trabajar juntos en la lucha política diaria a escala local, nacional e internacional. Esa alianza implica al mismo tiempo la creación de una nueva mentalidad y nuevas formas de activismo social, y debe ser capaz no sólo de reaccionar ante las prácticas no sostenibles, sino también de demostrar por el ejemplo cómo puede funcionar una nueva economía sostenible.

Nosotros, los pueblos, comunidades y organizaciones sociales participantes en Klimaforum09 estamos comprometidos a capitalizar los resultados logrados en este foro para proseguir el desarrollo de un movimiento mundial de movimientos.

Esta Declaración tiene por objeto servir de inspiración al desarrollo de ese movimiento y marcar el rumbo que queremos seguir. Juntos, podemos propiciar una transición mundial hacia un futuro sostenible. Únanse a nosotros.



27 diciembre 2009

Entrevista al teólogo Leonardo Boff


Los rumbos del planeta tierra y del ser humano
por Rogéria Araújo/Adital

Las movilizaciones sociales y los alardes sobre los perjuicios que la acción humana viene causando al medio ambiente no fueron suficientes para garantizar la concreción de acuerdos eficaces durante la 15ª Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambios Climáticos (COP-15), concluida el viernes (18) en Copenhague, Dinamarca.

Los líderes mundiales demostraron una vez más la preferencia por el desarrollo del capital en detrimento de la vida. Aún así, la postura de desdén para con los problemas climáticos del planeta no está paralizando las acciones de la población en su lucha por pequeños cambios. La evidencia dada a la causa ambiental ha servido para generar conciencia y, de a poco, cambiar malos hábitos de consumo. "El lugar más inmediato es comenzar por cada uno", sostiene Leonardo Boff.

En una entrevista con ADITAL, el teólogo, filósofo y escritor habla sobre la necesidad de comenzar los cambios en nosotros que van a beneficiar a la Tierra. "Cada uno en su lugar, cada comunidad, cada entidad, en fin, todos debemos comenzar a hacer algo para dar un rumbo diferente a nuestra presencia en este planeta". Para Boff, no debemos depositar nuestras esperanzas en las decisiones que vienen de arriba.

Adital - ¿Cree usted en la voluntad política de los grandes líderes mundiales para revertir la situación climática en la que se encuentra nuestro planeta?

Leonardo Boff - No, no creo. Los grandes no tienen ninguna preocupación que vaya más allá de sus intereses materiales. Todas las políticas que hasta ahora fueron pensadas y proyectadas por el G-20 apuntan a salvar el sistema económico-financiero, con correcciones y regulaciones (que hasta ahora no se realizaron) para que todo vuelva a lo que era antes. Antes reinaba la especulación más desvergonzada que se pueda imaginar. Basta pensar que el capital productivo, aquél que se encuentra en las fábricas y en el proceso de generación de bienes, suma 60.000 billones de dólares.

El capital especulativo, basado en papeles, alcanzaba la cifra de 500.000 billones. Circulaba en las bolsas especulativas del mundo entero, gerenciado por verdaderos ladrones y falsarios. La verdadera alternativa sólo puede ser: salvar la vida y la Tierra y poner la economía al servicio de estas dos prioridades. Hay una tendencia al suicidio dentro del capitalismo: prefiere morir o hacer morir antes que renunciar a sus beneficios.

Adital - Aunque fue muy esperada la COP 15, que se realiza en Copenhague, Dinamarca, parece no apuntar hacia resultados eficaces y hacia compromisos más serios. ¿Cuál debe ser el papel de la sociedad civil en caso de que los resultados no sean los esperados?

Leonardo Boff - Llegamos a un punto en el que todos seremos afectados por los cambios climáticos. Todos corremos riesgos, inclusive el de que gran parte de la humanidad tenga que desaparecer por no conseguir adaptarse ni mitigar los efectos maléficos del calentamiento global. No podemos confiar nuestro destino a representantes políticos que, en realidad, no representan a sus pueblos sino a los capitales con sus intereses presentes en sus pueblos. Necesitamos nosotros mismos asumir una tarea salvadora. Cada uno en su lugar, cada comunidad, cada entidad, en fin, todos debemos comenzar a hacer algo para dar un rumbo diferente a nuestra presencia en este planeta. Si no podemos cambiar el mundo, sí podemos cambiar este pedazo de mundo que somos cada uno de nosotros.

Sabemos gracias a la nueva biología y por la física de las energías que toda actividad positiva, que va en la dirección de la lógica de la vida, produce una resonancia morfogenética, tal como se dice. En otras palabras, el bien que hacemos no queda reducido a nuestro espacio personal. Ese bien resuena lejos, se irradia y entra en las redes de energía que vinculan a todos con todos, reforzando el sentido profundo de la vida. De ahí pueden ocurrir surgimientos sorprendentes que apunten hacia un nuevo modo de vivir sobre el planeta y nuevas relaciones personales y sociales más inclusivas, solidarias y compasivas. Efectivamente, se nota por todos lados que la humanidad no está inmóvil ni endurecida por las perplejidades. Miles de movimientos están buscando formas nuevas de producción y alternativas que respondan a los desafíos.

Solamente hablando de ONGs, existen más de un millón en el mundo entero. Es un movimiento de base y no de cúpulas, las cuales siempre interrumpen los cambios.

Adital - Nunca las cuestiones ambientales estuvieron tan en evidencia como en los últimos años. Términos como "calentamiento global" y "cambios climáticos", a pesar de varios alertas realizados hace bastante tiempo, hoy son parte de la vida cotidiana de mucha gente en todo el planeta. ¿En esta "crisis de civilización" todavía hay tiempo para hacer algo? ¿De dónde podrá venir esa "salvación"?

Leonardo Boff - Si trabajamos con los parámetros de la física clásica, la inaugurada por Newton, Galileo Galilei y Francis Bacon, orientada por la relación causa-efecto, estamos perdidos. No tenemos tiempo suficiente para introducir cambios, ni sabiduría para aplicarlos. Iríamos fatalmente al encuentro de lo peor. Pero si cambiamos de registro y pensamos en términos de proceso evolutivo, cuya lógica viene descripta por la física cuántica que ya no trabaja con materia sino con energía (la materia, por la fórmula de Einstein, es energía altamente condensada), ahí el escenario cambia de figura.

Del caos nace un nuevo orden. Las turbulencias actuales preanuncian una emergencia nueva, venida de aquel trasfondo de Energía que subyace en el universo y en cada ser (llamado también Vacío Cuántico o Fuente Originaria de todo ser). Las emergencias o surgimientos introducen una ruptura e inauguran algo nuevo todavía no ensayado. Así, no sería extraño que de repente, los seres humanos volvieran en sí y pensaran una articulación central de la humanidad para atender las demandas de todos con los recursos de la Tierra, recursos que, si son racionalmente gerenciados, son suficientes para nosotros los humanos y para toda la comunidad de vida (animales, plantas y otros seres vivos).

Posiblemente, llegaríamos a esto sólo ante un peligro inminente o después de un desastre de grandes proporciones. Ya decía Hegel: el ser humano no aprende nada de la historia, sino que aprende todo del sufrimiento. Prefiero a San Agustín que en las Confesiones reflexionaba: el ser humano aprende a partir de dos fuentes de experiencia: el sufrimiento y el amor. El sufrimiento por la Madre Tierra y por sus hijos e hijas y el amor por nuestra propia vida y supervivencia van a salvarnos.

Entonces, no estaríamos frente a un escenario de tragedia cuyo fin es fatal o inevitable sino de una crisis que nos acrisola y purifica y nos crea la oportunidad de un salto rumbo a un nuevo ensayo civilizatorio, éste sí, caracterizado por el cuidado y por la responsabilidad colectiva por la única Casa Común y por todos sus habitantes.

Adital - Hay varias demandas pidiendo que la Corte Penal Internacional reconozca los delitos ambientales como crímenes de lesa humanidad. ¿Usted piensa que sería una alternativa?

Leonardo Boff - Las leyes solamente tienen sentido y funcionan cuando previamente se ha creado una nueva conciencia con los valores ligados al respeto y al cuidado de la vida y de la Tierra, percibida como nuestra Madre, pues nos provee todo lo que necesitamos para vivir. Si existe esa conciencia, puede materializarse en leyes, tribunales y cortes que hagan justicia a la vida, a la Humanidad y a la Tierra con castigos ejemplares. En el caso contrario, los tribunales sólo tienen un carácter legalista, de difícil aplicación, sin su necesaria aura moral, que le confiera legitimidad y reconocimiento por parte de todos.

Entonces debemos primero trabajar en la creación de esa nueva conciencia. Yo mismo estoy trabajando con un pequeño grupo, a pedido de la Presidencia de la Asamblea de la ONU, en una Declaración Universal del Bien Común de la Tierra y de la Humanidad. Esa declaración deberá difundirse por todos los medios de comunicación, especialmente por Internet, para favorecer la creación de esta nueva conciencia de la humanidad. La nueva centralidad no es más el desarrollo sustentable, sino la vida, la humanidad y la Tierra, entendida como Gaia, un superorganismo vivo.

Adital - Por otro lado, no se piensa en nada orientado hacia el consumo, por ejemplo, que no tenga interferencia directa en el caos que se produjo en la Tierra. ¿Podría hablar un poco sobre eso?

Leonardo Boff - El propósito de todo el proyecto de la modernidad, nacido en el siglo XVI, está asentado sobre la voluntad de poder que se traduce en la voluntad de enriquecimiento, que presupone la dominación y explotación ilimitada de los recursos y servicios de la Tierra. En nombre de esta intención se construyó el proyecto-mundo, primero por las potencias ibéricas, después por las centroeuropeas y finalmente por la hegemonía estadounidense. Al principio no había cómo darse cuenta de las consecuencias funestas de esta empresa, pues ésta incluía entender la Tierra como un simple baúl de recursos, algo sin espíritu que podría ser tratado como quisiéramos. Surgió el gran instrumento de la tecno-ciencia que facilitó la concreción de este proyecto. Transformó el mundo, surgió la sociedad industrial y actualmente la sociedad de la información y de la automatización.

Toda esta civilización ofrece a los seres humanos, como felicidad, la capacidad de consumo sin obstáculos, sea de bienes naturales, sea de bienes industriales. Llegamos a un punto en el que consumimos un 30% más de lo que la Tierra puede reproducir. Ella está perdiendo más y más sustentabilidad y su biocapacidad; simplemente no aguanta más el nivel excesivo de consumo por parte de los dueños del poder y de los controladores del proceso de la modernidad.

El 20% de los más ricos consume el 82,4% de toda la riqueza de la Tierra, mientras que el 20% de los más pobres tiene que contentarse con sólo el 1,6% de la riqueza total. Ahora nos damos cuenta de que una Tierra limitada no soporta un proyecto ilimitado. Si quisiéramos universalizar el nivel de consumo de los países ricos para toda la Humanidad, los cálculos ya fueron hechos: necesitaríamos por lo menos 3 Tierras iguales a ésta, lo que se revela como una imposibilidad. Tenemos que cambiar, en el caso de que queramos superar esta injusticia social y ecológica universal y tener un mínimo de equidad entre todos.

Adital - ¿Hasta qué punto cree usted que la sociedad civil organizada puede ser agente de una nueva práctica de consumo?

Leonardo Boff - Se debe comenzar por algún lugar. El lugar más inmediato es comenzar por cada uno. El desafío, frente al problema universal, es convencerse de que podemos ser más con menos. Importa hacer la opción por una simplicidad voluntaria y por un consumo compasivo y solidario pensando en todos los demás hermanos y hermanas y demás seres vivos de la naturaleza que padecen hambre y están sufriendo todo tipo de carencias. Pero para ello, debemos realizar la experiencia radicalmente humana de que de hecho todos somos hermanos y hermanas y que somos ecointerdependientes y que formamos una comunidad de vida.

La economía se orientará para producir lo que realmente necesitamos para vivir y no para acumular ni para lo superfluo, una economía de lo suficiente y de lo decente para todos, respetando los límites ecológicos de cada ecosistema y obedeciendo los ritmos de la naturaleza. Esto es posible. Pero precisamos de una "metanoia" bíblica, de una transformación de nuestros hábitos, de nuestra mente y de nuestros corazones. Esta transformación constituye la espiritualidad. No es facultativa, es necesaria. Cada uno es como una gota de lluvia. Una moja poco. Pero millones y millones de gotas hacen una tempestad, ahora es necesario un tsunami del bien.

Adital - Brasil, a causa de la Floresta Amazónica y otras florestas nativas, debería tener un papel fundamental en la cuestión ambiental. ¿Cómo evalúa usted la postura del gobierno brasilero en relación con el tema?

Leonardo Boff - El gobierno brasilero no acumuló todavía la suficiente masa crítica ni la conciencia de la importancia de la floresta amazónica en la consecución del equilibrio climático de toda la Tierra. Si el problema es el exceso de dióxido de carbono en la atmosfera, entonces son las florestas las grandes secuestradoras de este gas que produce el efecto invernadero y, en consecuencia, el calentamiento global.

Ellas absorben los gases contaminantes por medio de la fotosíntesis y los transforman en biomasa, liberando oxígeno. En vez de establecer la meta de deforestación cero y en esa posición ser rígido e implacable, por amor a la humanidad y a la Tierra, el gobierno establece que para 2020 va a reducir la deforestación en un 15%. Y hay políticas contradictorias, pues por un lado el Ministerio de Medio Ambiente combate la deforestación, y por el otro el BNDS financia proyectos de expansión de la soja y de la actividad pecuaria que avanzan sobre la floresta. Por detrás están los grandes intereses del agronegocio que presionan al gobierno a mantener una política flexible y que daña para el equilibrio de la Tierra.

Adital - Se ve la gran actuación de movimientos sociales y entidades en defensa de la naturaleza, reclamando más de sus gobiernos en ámbitos internacionales. ¿Cree que hay, en este momento, más empoderamiento?

Leonardo Boff - Pienso que la Cumbre de Copenhague tendrá una función semejante a la que tuvo la Eco-92 en Río de Janeiro. Después de la Eco-92 surgió en el mundo entero la cuestión de la sustentabilidad y de la crítica al sistema del capital visto como esencialmente anti-ecológico, pues implica una producción ilimitada a costa de la extracción ilimitada de los recursos y servicios de la naturaleza. Creo que a partir de ahora la Humanidad tomará conciencia de que, a partir de la sociedad civil mundial, de los movimientos, organizaciones, instituciones, religiones e iglesias, cambia de rumbo o tendrá que aceptar entonces la aniquilación de la biodiversidad y el riesgo del exterminio de millones y millones de seres humanos, no excluida la eventualidad de la desaparición de la propia especie humana.

Esta conciencia va a encontrar los medios para presionar a las empresas, a los grandes emprendimientos y a los Estados para hallar una nueva relación con la Tierra. El problema no es la Tierra, sino nuestra relación para con ella, relación de agresión y de explotación implacable. Necesitamos establecer un acuerdo Tierra y Humanidad para que ambos puedan convivir interdependientemente, con sinergia y espíritu de reciprocidad. Sin esto no tendremos futuro. El futuro vendrá a partir de la fuerza de la simiente, es decir, de las prácticas humanas personales y comunitarias que crean redes, ganan fuerza y consiguen imponer un nuevo orden que garantizará un nuevo tipo de historia.

Traducción: Daniel Barrantes

25 diciembre 2009

FASCISMO EN COPENHAGUE





“Por primera vez, la humanidad se topa con el límite de los recursos naturales”



DIALOGOS › HERVE KEMPF, PERIODISTA DE LE MONDE, ESPECIALIZADO EN LA DEFENSA DEL MEDIO AMBIENTE

Kempf acaba de publicar su segundo libro, Para salvar el planeta hay que salir del liberalismo, sobre la devastación de los recursos naturales. Plantea que para diseñar políticas ecológicas hay que priorizar valores opuestos a los que rigen el ordenamiento económico y social del mundo.

Por Eduardo Febbro

Desde París

Con una gran capacidad pedagógica y sin caer jamás en la histeria anticapitalista o en la denuncia incendiaria embebida en otras ideologías, Kempf plantea una evidencia ante la cual el ser humano cierra los ojos: la humanidad se dirige hacia su pérdida llevada por un modelo político y económico que terminó por contaminar y agotar la esencia misma de la vida. ¿Cómo sobrevivir a semejante cataclismo? De una sola manera, dice Kempf: rompiendo las amarras que nos ligan al capitalismo. Kempf demuestra que el capitalismo actual, enredado por la corrupción, la gula, la ceguera y el apetito especulativo de sus operadores es el responsable de la crisis ecológica que amenaza la existencia misma de nuestra aventura humana. El único remedio es, dice Kempf, romper su lógica, restaurar e inventar otros valores antes que un cataclismo nos trague a todos. Hoy, el sistema capitalista ni siquiera es capaz de garantizar la supervivencia de las generaciones futuras. Para salvar el planeta hay que salir del liberalismo saldrá en la Argentina en el primer semestre de este año siempre en las impecables e indispensables ediciones de Libros del Zorzal.

–En su libro anterior, Cómo los ricos destruyen el planeta, usted expuso un aspecto del saqueo de nuestro planeta. En esta segunda obra, usted formula a la vez una denuncia implacable sobre los estragos causados por el sistema al planeta y propone una metodología para atenuar la crisis del medio ambiente.

–Estamos al mismo tiempo en una situación de crisis ecológica extremadamente importante, con una dimensión histórica nunca vista antes, y en un sistema económico que no cambia pese a que todos los indicadores ecológicos están en rojo. La clase dirigente, que yo llamó la oligarquía, eligió no tomar las medidas necesarias para atenuar la crisis ecológica porque quiere mantener sus privilegios, su poder y sus riquezas exorbitantes. La oligarquía sabe perfectamente que para ir hacia una política ecológica habría que poner en tela de juicio sus ventajas. Para la filosofía capitalista todas las relaciones sociales están garantizadas únicamente por el intercambio de mercaderías. Para salir de esa situación y volver a una política ecológica y de justicia social hay que trabajar los valores de cooperación, de solidaridad, de bien común, de interés general.

–Hay así dos cataclismos simultáneos: el agotamiento del sistema económico y el agotamiento de los recursos naturales y los cambios del clima. Ambos podrían desembocar en un enfrentamiento.

–Ya estamos constatando ese enfrentamiento. La oligarquía mantiene un modelo cultural de hiperconsumo que difunde al conjunto de la sociedad a través de la televisión, la publicidad, las películas. Ese modelo tiene que cambiar, pero está tan arraigado en la manera de vivir de la oligarquía con su enorme acumulación de riquezas que ésta se opone a esos cambios. Un millonario nunca aceptará andar en bicicleta porque su modelo, su poder, su prestigio, es el auto caro. Si queremos atenuar la crisis ecológica, ése es el modelo que debemos romper. Es necesario reducir el consumo material y el consumo de energía. Estamos entonces en plena confrontación entre la ecología y la justicia, por un lado, y, por el otro, una representación del mundo totalmente inadaptada a los desafíos de nuestra época.

–¿Acaso la defensa del medio ambiente, todo lo que está ligado al clima, no puede llegar a convertirse en una nueva forma de plataforma política pero ya no marcada por la ideología?

–Desde luego que sí, tanto más cuanto que estamos en una situación histórica que nos impone esa plataforma. La crisis ecológica que estamos viviendo es un momento histórico. Es la primera vez en la historia de la humanidad que la humanidad se topa con los límites de los recursos naturales. Hasta ahora, la naturaleza nos parecía inagotable, y ello permitió la aventura humana. Pero desde hace una generación comprendemos que hemos llegado a un límite, entendemos que la naturaleza puede agotarse y que la humanidad, la civilización, debe establecer un nuevo lazo con su medio ambiente, con la naturaleza, la biosfera. El momento es a tal punto histórico que en un corto plazo, 20 o 30 años, éste es el tema que dominará todas las cuestiones políticas. Ese es el elemento clave de toda política que, sin ideologías, busque definir un post capitalismo ecológico y social. En no más de dos décadas debemos cambiar nuestra sociedad para enfrentar el desafío del muro ecológico al que la cultura humana está confrontada. Estamos obligados a realizar una mutación cultural, no sólo en la forma de concebir la sociedad, es decir, el desprendimiento de esa cultura capitalista que se volvió mortífera, sino también en la manera en que interrogamos la cultura occidental y esa dicotomía existente entre naturaleza y cultura. Hemos pasado a otro momento histórico.

–Pero hoy tenemos una suerte de paradoja general: estamos en un sistema capitalista ultra individualista y competitivo al mismo tiempo que vivimos en una sociedad de colectivización de la información y de contacto a través de Internet.

–Internet y la comunicación directa entre individuos no tienen aún el suficiente contrapeso. El poder capitalista no sólo controla los flujos financieros o el poder económico, también controla los medios de comunicación y ello impide que exista una verdadera expresión de la crítica social o la difusión de visiones alternativas. Internet es, por el momento, una sopapa de seguridad a través de la cual la crítica social y la crítica ecológica, que ahora empiezan a ir juntas, comienzan a tener canales de información independientes. Sin embargo, por ahora esa utilidad es mucho menos potente. Las capacidades de información alternativas de Internet o de los libros y revistas son todavía débiles frente a los medios dominantes, en especial la televisión, que está en manos de la oligarquía y que imprimen en la sociedad una visión controlada, dirigida y convencional de las cosas.

–Usted señala también los límites de la ilusión tecnológica. Usted demuestra cómo la oligarquía nos hace creer que la tecnología va a resolver todos nuestros problemas y cómo y por qué se trata de una mera ilusión destinada a perpetrar el sistema.

–El sistema capitalista quiere creer que vamos a resolver los problemas, en particular el del calentamiento global, recurriendo a los agrocarburantes, a la energía nuclear, a la energía eólica y a unas cuantas tecnologías más. Es cierto que esas tecnologías pueden jugar un papel, pero de ninguna manera están a la altura del desafío que nos plantea el calentamiento del planeta. Y no es posible que sea así porque, por un lado, el plazo y la dificultad para llevarlas a la práctica requieren demasiado tiempo para asumir las transformaciones necesarias. Los cambios climáticos se producen ahora a una velocidad muy alta y de aquí a unos diez años ya tenemos que haber cambiado de rumbo. Por otra parte, todas esas técnicas, si bien algunas tienen efectos favorables, también tienen efectos secundarios muy dañinos que no podemos ignorar. Resulta obvio que es necesario seguir investigando nuevas tecnologías, pero no podemos poner la tecnología en el centro de las acciones que deben emprender nuestras sociedades. En lo esencial, para prevenir la agravación de la crisis ecológica es preciso reducir el consumo material y el consumo de energía. Esa es la solución más directa. Pero ese cambio profundo de orientación de nuestras sociedades sólo se hará si el esfuerzo es compartido de manera equitativa, y ello pasa por la reducción de las desigualdades. Nadie aceptará cambiar su modo de vida si al mismo tiempo seguimos viendo a millonarios con Mercedes enormes, barcos gigantescos y aviones privados. Aclaro que reducir el consumo material y de energía quiere decir que vamos a desplazar, a reorientar nuestra riqueza colectiva.

–Usted dice al respecto que el porvenir no está en la tecnología sino en el armado de una nueva relación social.

–La cuestión que está en el centro de nuestras sociedades consiste en saber cómo los individuos se piensan a sí mismos y cómo piensan a los demás. Por eso debemos salir de esta visión individualista y competitiva, de esa visión del crecimiento indefinido. La pelea se juega en la cultura: se trata de saber qué es lo que define una conciencia común.

–Usted se burla con mucha pertinencia de ese discurso de protección del medio ambiente que tiende a hacer de cada individuo un militante ecologista siempre y cuando éste lleve a cabo ciertos gestos –dividir la basura, por ejemplo– individuales. Usted define ese método también como un engaño de la oligarquía.

–Sí, hay un discurso que dice “si cada uno de nosotros hace un esfuerzo” eso resolverá las cosas. No. Desde luego que consumir menos agua y andar menos en auto ayuda, pero ese enfoque individualista no resuelve nada. ¿Por qué? Pues porque en el fondo hay una cuestión política: si yo decido circular en bicicleta pero el gobierno y las grandes empresas deciden construir nuevas autopistas de nada servirá que yo circule en bicicleta. Además, decirle a la gente que es ella quien hará avanzar las cosas con pequeñas acciones individuales equivale a permanecer en el esquema individualista, que es el del capitalismo. No resolveremos nada con soluciones individualistas sino mediante una concertación colectiva y con actos colectivos.

–Para usted existe un lazo primordial entre la crisis ecológica y la libertad, por eso resalta que es importante salvar la libertad contra la tentación autoritaria del capitalismo.

–En el curso de su historia, el capitalismo estuvo asociado a la libertad, a la democracia. Incluso en el período de la Guerra Fría el capitalismo estaba asociado al mundo libre y a la democracia en su lucha contra la Unión Soviética. Pero luego de la desaparición de la URSS, el capitalismo perdió su enemigo. Ahora empezamos a notar, en el pensamiento de la oligarquía, una negación de la democracia y un abandono de la idea según la cual la democracia es algo positivo. Estamos en un período donde los capitalistas no están de acuerdo con la democracia. Al contrario, consideran que la democracia es para ellos algo peligroso porque, evidentemente, una sociedad democrática pone en tela de juicio el poder y, por consiguiente, pondrá en peligro la oligarquía. Hemos tenido un ejemplo de ello con la administración de George Bush. Las democracias de los países del Norte, Estados Unidos y Europa, están cada vez más enfermas, más debilitadas.

–¿En qué plano se inscribe la ecología en esta crisis de la democracia?

–Las tensiones ecológicas se están agravando cada vez más y al mismo tiempo la oligarquía persiste en querer mantener un orden social basado en la desigualdad. La tentación de recurrir a medios cada vez más policiales es cada vez más grande: vigilar la población, a los opositores, tener ficheros inmensos, mandar mucha gente a la cárcel, a cambiar, restringiéndolos, los textos de ley relativos a las libertades individuales y de expresión. Si la sociedad no se despierta y no logramos que avancen nuestras ideas sobre la justicia social para hacer frente a la crisis ecológica, la oligarquía, enfrentada al peligro ecológico, caerá en la tentación de utilizar medios más y más autoritarios.

–Eso fue lo que vimos en directo en la conferencia sobre el clima que se llevó a cabo en Copenhague. ¡La policía reprimió a mansalva a los representantes de las ONG invitadas por la misma ONU! ¿Acaso Copenhague no ha sido una visión de nuestro futuro?

–Absolutamente, es así. En Copenhague se operó además una convergencia entre el movimiento ecologista y los militantes antiglobalización, movimiento basado en los valores de justicia social. Eso quiere decir que ahora la cuestión del cambio climático se plantea en términos políticos. Lo segundo, hubo muchas manifestaciones, a menudo muy alegres, imaginativas y no violentas, que fueron reprimidas de manera tan sutil como peligrosa. En Copenhague vimos la experimentación de una suerte de dictadura blanda que la oligarquía está aplicando. Copenhague ha sido una cita importante porque allí se afirmó algo esencial: la contrasociedad se manifestó allí de manera mundial.

Origen: Página 12


Réquiem por un planeta abarrotado




Esto es lo que significa
el fracaso de las conversaciones
sobre el clima

George Monbiot - The Guardian

La última vez que unas negociaciones globales se desmoronaron como estas fue en Doha, en el año 2001. Después del fracaso de estas conversaciones sobre el comercio, la Organización Mundial del Comercio (OMC) tranquilizó a los delegados diciéndoles que no había nada que temer: se irían a México, donde se lograría un acuerdo. Las negociaciones se celebraron en la arena del centro turístico mexicano de Cancún, para nunca reaparecer. Tras ocho años de vacilaciones, no se ha llegado a ningún acuerdo.

Cuando la semana pasada terminaron en fracaso en Copenhague las conversaciones sobre el clima, Yvo de Boer, encargado del proceso, nos pidió al mundo que no nos preocupáramos: todo se solucionará “en México dentro de un año”.(1) ¿Acaso México es el equivalente diplomático del basurero del Pacífico: el lugar donde van a morir las negociaciones fracasadas?

De Boer puede pretender que solo se trata de una complicación temporal, aunque sabe lo que sucede cuando las conversaciones pierden impulso. Hace un año le pregunté que qué era lo que más temía. “La peor situación, para mí, es que Copenhague se convierta en un segunda ronda del OMC. … Para mí, Copenhague es un plazo límite muy claro que debemos cumplir, pues me temo que si no lo hacemos, el proceso comenzará a deslizarse cuesta abajo y, como en el caso de las negociaciones comerciales, se incumplirá un plazo tras otro y terminaremos por convertirnos en la pequeña orquesta que tocaba en el Titanic”.(2)

Podemos vivir sin un nuevo acuerdo para el comercio mundial, pero no podemos vivir sin un nuevo acuerdo por el clima. Uno de los errores de quienes hemos intentado movilizar el apoyo a un tratado del clima es que hemos complicado demasiado el planteamiento de la cuestión. Propongo aquí el resumen más simple que puedo hacer acerca de por qué esto importa.

Los seres humanos pueden vivir en una gama de condiciones mucho más amplia que cualquier otra especie. Pero el clima de los últimos mil años ha sido notablemente benigno para nosotros. Nos ha permitido extendernos por casi todas las regiones del mundo y crecer en las favorables circunstancias ecológicas que ha creado. Actualmente disfrutamos de las condiciones óptimas para permitir la vida de siete mil millones de personas.

Un cambio en la temperatura global reduce el ámbito de lugares que pueden permitir la vida humana. En la última era glacial, los seres humanos se vieron confinados a las latitudes bajas. La diferencia en la temperatura global media entre este y aquel momento ha sido de cuatro grados centígrados. El calentamiento global producirá el efecto opuesto, empujando a la gente hacia las latitudes superiores, principalmente conforme disminuyan los suministros de agua.

La producción de alimentos en las latitudes elevadas debe crecer con la misma rapidez con la que caiga en otros lugares, pero es poco probable que suceda esto. De acuerdo con la institución que resume los descubrimientos de la ciencia climática, el Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático, el potencial de la producción global de alimentos “es muy probable que se reduzca por encima de los 3º C”.(3) El panel usa la frase “muy probable” para indicar una probabilidad superior al 90%.(4) A menos que se llegue pronto a un acuerdo importante sobre el clima, el resultado probable es un crecimiento de tres o más grados para finales de siglo.

El área de tierra habitable se reducirá incluso en las latitudes superiores, conforme aumente el nivel del mar. El crecimiento probable en este siglo, seguramente menos de un metro, solo amenaza a algunas poblaciones, pero el proceso no se detiene en el 2100. En el anterior período interglacial, hace unos 125.000 años, la temperatura global media era aproximadamente 1,3 grados superior a la de hoy, como consecuencia de los cambios producidos en la órbita de la Tierra alrededor del Sol. Un nuevo artículo publicado en la revista Nature muestra que durante ese período los niveles del mar eran entre 6,6 y 9,4 metros superiores a los de hoy.(5) Una vez que la temperatura haya crecido, la expansión de las aguas del mar y la desaparición de los casquetes polares de Groenlandia y la Antártida no podrán detenerse. Me pregunto si el Gobierno de Dinamarca, cuya atroz gestión de la Conferencia ha contribuido a su fracaso, se habría esforzado más de haber sabido su pueblo que dentro de unos siglos no existirá ese país.

Conforme los pueblos sean desplazados desde donde viven por la sequía y el crecimiento del nivel del mar, y conforme se reduzca la producción de alimentos, el planeta ya no podrá ser el soporte de la población actual. No es probable que la caída de la demografía humana se produzca de una manera suave o indolora; si bien la temperatura media global crecerá gradualmente, los acontecimientos con ella asociados se producirán a tropezones: sequías repentinas y oleadas de tormentas.

Por eso los países menos desarrollados, que serán los que reciban los golpes más duros, fueron los más exigentes en Copenhague. Ciento dos naciones pobres pidieron que el crecimiento máximo de la temperatura global se limitara no a dos grados, sino a grado y medio. El negociador jefe del bloque G77 se quejaba de que a África se le pidiera “que firmara un pacto suicida, un pacto de incineración, para mantener el dominio económico de unos cuantos países”.(6)

La razón inmediata del fracaso de las conversaciones se puede resumir en dos palabras: Barack Obama. El hombre elegido para dejar a un lado las ideas infantiles resultó ser tan susceptible a los intereses propios como cualquier otro político. Igual que hizo George Bush en el enfoque de la guerra de Irak, Obama acudió al proscenio de la ONU, habló con la mayoría de sus Estados miembros y formó una coalición que tenía la voluntad de lograr un acuerdo que atentaba contra el resto del mundo. Por eso se les presentó a las naciones más pobres sin negociación; o bien lo firmaban o perdían los fondos de adaptación necesarios para ayudarles a sobrevivir las primeras décadas de alteración del clima.

Los Gobiernos británico y estadounidense han acusado al Gobierno chino del fracaso de las conversaciones. Es cierto que los chinos hicieron lo que pudieron por echarlo todo a perder, pero también que Obama puso a Pekín en una posición imposible. Pidió concesiones sin ofrecer nada. Debía haber conocido la importancia de no perderle la cara a la política china: su diplomacia unilateral acabó produciendo una demanda de autodegradación. Mi conjetura es que se trató de una maniobra calculada para provocar intransigencia, por la que se podría culpar a China del resultado que esperaba.

¿Por qué hizo esto Obama? Basta con prestar atención al alivio de los círculos demócratas para obtener la respuesta. Impulsar un programa por el clima en el Senado, muchos de cuyos miembros son totalmente subsidiarios del sector de la energía, hubiera significado la batalla política de su vida. Una vez más, la ausencia de una reforma eficaz de las finanzas de las campañas en Estados Unidos hace casi imposible el progreso del mundo.

Y ahora, ¿qué? Dependerá de quienes no han tenido ningún papel en Copenhague: vosotros. En los últimos años, buenas personas, liberales y compasivas, como las que leen The Guardian todos los días, han sacudido la cabeza, han chasqueado la lengua y se han pregunta que por qué nadie hace nada. Sin embargo, el número de los que han pasado a la acción ha sido patético. Las manifestaciones que deberían haber sacado a la calle a millones de personas, se han esforzado para movilizar a unos cuantos miles. En consecuencia, el coste político del fracaso de Copenhague es cero.

¿Es esta música de su gusto, señor o señora? Quizás le gustaría que nuestra pequeña orquesta tocara algo más fuerte, para apagar ese horrible ruido del estancamiento.

Referencias:

1. Yvo de Boer, 19 de diciembre de 2009. http://unfccc.int/2860.php

2. De la transcripción de una entrevista en vídeo para la serie “Monbiot Meets” de The Guardian. Aquí pude ver (en inglés) el debate editado: http://www.guardian.co.uk/environment/video/2008/dec/08/monbiot-yvo-de-boer-climate

3. IPCC, 2007. Assessing key vulnerabilities and the risk from climate change. Table 19.1. http://www.ipcc.ch/pdf/assessment-report/ar4/wg2/ar4-wg2-chapter19.pdf

4. http://www.ipcc.ch/pdf/supporting-material/uncertainty-guidance-note.pdf

5. Robert E. Kopp et al, 17th December 2009. Probabilistic assessment of sea level during the last interglacial stage. Nature Vol 462, pp. 863-868. doi:10.1038/nature08686

El Irracional Mercado de Carbono




MERCADO DE CARBONO
Y CALENTAMIENTO GLOBAL (1)


Escrito por Alejandro Nadal*

Para enfrentar el problema del calentamiento global existen soluciones reales. Pero ninguna de ellas es favorecida por los centros de poder corporativo o sus aliados en los gobiernos, porque implican sacrificios de rentabilidad para los principales emisores de gases invernadero. Por eso el mercado de carbono es sistemáticamente presentado como el instrumento más efectivo para encarar este grave problema. Es más, parece ser la respuesta dominante: corporaciones gigantes, gobiernos y hasta organizaciones ambientalistas apoyan esta solución.

¿Qué es el mercado de bonos de carbono y cómo funciona? Es un mecanismo diseñado para reducir los niveles de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Se supone que genera incentivos para que las empresas que emiten GEI limiten sus niveles de contaminación atmosférica.

El mercado es organizado por una autoridad administrativa que fija un nivel máximo de emisiones permitidas. Ese volumen de contaminación permitida es asignado entre los diferentes agentes emisores (por ejemplo, de acuerdo con sus niveles históricos de contaminación), de tal manera que cada compañía tiene ahora un tope de emisiones que no debe rebasar. Si sus emisiones son inferiores, una empresa puede vender el volumen no utilizado a las que rebasaron el volumen permitido. Se supone que esto genera un sistema de incentivos y castigos, que conduce a reducir el costo de transitar hacia un sistema de menores emisiones.

El mercado de carbono no es una fantasía. El Protocolo de Kyoto (PK) estableció las bases para construir mercados de cuotas permitidas de emisiones de carbono. En Europa ya funciona el mercado más grande emisiones de carbono, el sistema de comercio de derechos de emisión (EU ETS). Estados Unidos está algo rezagado, pero el mercado puede crecer exponencialmente si el Senado aprueba la ley Waxman-Markey. Y las corporaciones de todas las ramas de la economía y muchos gobiernos presionan para que sea el principal componente del acuerdo sucesor del PK.

Este mecanismo de mercado se baña en las aguas de la ideología neoliberal y responde a la creencia de que los mercados asignan eficientemente los recursos. La crisis económica y financiera global ya debería haber enfriado el entusiasmo del pensamiento vulgar por las virtudes del libre mercado y la privatización.

El mercado de bonos de carbono tiene grandes defectos, que lo convierten en un obstáculo para alcanzar buenos resultados en materia de reducción de emisiones de GEI. La idea central del mercado de carbono es que todas las reducciones de emisiones son equivalentes. Es decir, como los gases en la atmósfera siempre se están mezclando, es lo mismo reducir una tonelada de CO2 en Oaxaca que en Milán. Por eso se pueden intercambiar los derechos a emitir gases invernadero entre agentes tan diferentes como una planta termoeléctrica, una siderúrgica o una granja porcícola. De entrada, esa premisa es un error: las reducciones de emisiones no son iguales ni desde el punto de vista de equidad, ni desde el punto de vista tecnológico.

Para empezar, las reducciones de emisiones en un país con un ingreso per cápita de 2 mil dólares anuales no son equivalentes a las de un país con un ingreso per cápita de 30 mil dólares anuales. No es lo mismo reducir las emisiones de metano generadas por un búfalo de un campesino en Bangladesh, que las de un Cadillac que circula por Park Avenue, para recordar el célebre ejemplo de Anil Agarwal.

Por otro lado, existen proyectos que sientan las bases para mayores reducciones en el futuro. Algunas reducciones de emisiones tienen un efecto multiplicador para inducir contracciones adicionales en otros sectores de la vida social y económica. En cambio, otros recortes de emisiones simplemente corresponden a ganancias en eficiencia que son consecuencia de rutinas de modernización, como cuando se introducen mejoras que debían haberse adoptado hace mucho. Es decir, el mercado de carbono puede contribuir a retrasar la reducción global de emisiones. En lugar de favorecer las innovaciones e inversiones de largo plazo en el marco de una estrategia integral, el sistema de mercado de carbono constituye una ensalada de medidas de todo tipo, sin prioridades y sin jerarquía.

Esto es clave porque la economía mundial está fuertemente anclada en su adicción a los combustibles fósiles. La infraestructura industrial y del transporte descansa tan profundamente en tecnologías integradas al consumo de combustibles fósiles, que sólo una transformación similar a la que se dio en los sistemas económicos entre 1850 y 1930 permitirá alcanzar las reducciones de emisiones que la comunidad científica está recomendando. Lo que se necesita es una transformación sistémica. No hay tiempo para parches por aquí y remiendos por allá.

El mercado de carbono proporciona una salida falsa al problema del calentamiento global. Es injusto y es ineficaz. Y lo peor es que cierra el paso a una discusión seria sobre las alternativas que permitirían alcanzar los resultados que recomienda la comunidad científica.

* Alejandro Nadal es economista, profesor investigador del Centro de Estudios Económicos, El Colegio de México, y colabora regularmente con el diario mexicano de La Jornada.

Fuente:
http://altermediamundo.blogia.com/temas/ambiente.php




EL DELIRIO DE LA
GANANCIA INFINITA (2)


Escrito por Alejandro Nadal
La Jornada

En los últimos 250 años la generación de gases de efecto invernadero asociada a la revolución industrial llegó a cambiar la composición química de la atmósfera. El proceso de calentamiento global es el resultado. Hoy que el problema ha sido plenamente identificado, el capitalismo no ha titubeado.

Fiel a su esencia, se ha aprovechado para generar un nuevo espacio de rentabilidad. No importa que después ya no quede nadie para contar el dinero.Para tomar ventaja de este nuevo espacio de rentabilidad, el capital busca crear un nuevo mercado de carbono, basado en una privatización de facto y retroactiva de la atmósfera. Se trata de crear derechos comerciales sobre la atmósfera para aquellos que generaron el problema: a las industrias emisoras de gases de efecto invernadero (GEI) se les asigna una cuota permitida de emisiones. La diferencia entre sus emisiones reales y el tope de la cuota puede ser vendido en el mercado de carbono a las empresas que exceden su cuota.

Esto equivale a privatizar los derechos a contaminar un espacio que antes no tenía dueño. Se podría haber generado un régimen jurídico que declarara a la atmósfera patrimonio común de la humanidad, con una autoridad regulatoria y un sistema de gestión comunitario (internacional). Ese sistema podría permitir reducciones de emisiones más rápidas. Pero no. En el delirio neoliberal se prefirió la privatización y seguir la canción anacrónica de las ventajas de los mecanismos de mercado. El Protocolo de Kyoto ya consagra esta privatización de la atmósfera con sus esquemas de mercado de carbono y los mal llamados mecanismos de desarrollo limpio. Y adivinen quién fue uno de los principales promotores para incorporarlos en ese tratado: nada menos que el campeón del medio ambiente y premio Nobel Al Gore.

Las mercancías en el mercado de carbono son las cuotas permitidas de emisiones de GEI. Ahora el problema es determinar su precio. Si las cuotas son muy generosas al principio, habrá una súper abundancia de la mercancía y el precio será muy bajo. No habrá ningún incentivo para venderla en el nuevo mercado y, por lo mismo, tampoco habrá un incentivo para reducir las emisiones. Desde esa perspectiva, se busca que las cuotas permitidas sean lo suficientemente bajas para ir creando algo de escasez y asegurar un precio adecuado para la nueva mercancía.

Ese balance ha sido muy problemático en el principal mercado de cuotas permitidas de emisiones de GEI. En efecto, cuando arrancó el sistema de comercio de derechos de emisión en la Unión Europea (EU ETS, por sus siglas en inglés) se asignaron cuotas permitidas en demasía. Y por supuesto, tal y como lo exige el esquema del mercado de carbono, las cuotas más importantes se asignaron a los principales contaminadores: el sector de generación de energía eléctrica, la industria siderúrgica, las refinerías, la extracción de crudo y las industrias de cemento, química y de papel.

La sobreabundancia de cuotas permitidas se convirtió en un obstáculo para el buen funcionamiento del mercado de carbono porque el precio de la tonelada de carbono se desplomó. En realidad, la llamada primera etapa del mercado europeo de carbono fracasó porque el reparto de cuotas permitidas fue ultra generoso.

De hecho, las emisiones de GEI en el entorno del mercado europeo no se han reducido. Se puede decir que se necesita más tiempo. Pero para que se puedan obtener resultados se necesitará ajustar significativamente las cuotas permitidas hacia abajo. Habrá que ver si las presiones de la industria sobre parlamentos y gobiernos lo permiten. La experiencia histórica no alimenta el optimismo. De todos modos, el mercado de carbono seguirá siendo un sistema de incentivos para la especulación y para posponer la transformación estructural que la emergencia del calentamiento global demanda.

Otro componente del mercado de carbono se encuentra en los esquemas de desarrollo limpio. En este caso, las emisiones de GEI de un agente en un país industrializado pueden compensarse con proyectos de reducción de emisiones o de captura de carbono en otros países, en especial en los países no industrializados. Éste es un mecanismo lleno de problemas, pero las presiones para que se mantenga en el acuerdo sucesor del Protocolo de Kyoto son enormes. Y la razón es sencilla: los certificados de reducción de emisiones constituyen otro jugoso filón del mercado mundial de carbono.

Cuando se observa que Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merril Lynch (Bank of America), Deutsche Bank, BNP Paribas y otras instituciones que nos dieron la mega-crisis económica y financiera global que todavía sufrimos han establecido ramas especiales para sacar provecho del mercado de carbono, hay que comenzar a preocuparse. Es evidencia de que las oportunidades para crear espacios de valorización del capital nunca se desperdician. Y el problema del calentamiento global no es una excepción. ¿Que el futuro de la biósfera está en juego? ¡Qué importa! Para el capital, el delirio de la ganancia infinita es más grande que la muerte del planeta.




MERCADO DE CARBONO
(Comunicado de la Bolsa de Comercio
de Buenos Aires)


Los mercados de carbono surgen en el mundo como una vía complementaria, alternativa y económicamente viable al compromiso asumido por muchos países, empresas e individuos para disminuir las emisiones de gases que contribuyen al efecto invernadero (GEI), una de las principales causas del cambio climático que está sufriendo el planeta.

Los mercados de carbono pueden definirse genéricamente como el ámbito donde se negocian e intercambian unidades representantivas de derechos de emisión de GEI y/o certificados de reducción de emisiones entre gobiernos, corporaciones privadas, organismos internacionales, brokers, bancos e individuos.

Desde el punto de vista ambiental y en atención a las características de sustituibilidad de los GEI en la atmósfera, sin perjuicio del lugar físico o jurisdicción política desde donde se emitan, es posible referirse a estos mercados como de dimensiones globales y a los permisos y/o créditos que se comercializan en ellos como commodities.

El mundo registra transacciones basadas en GEI desde la década de los 90, ya sea como complemento de sistemas de reducción de emisiones impuestos a nivel nacional y/o estatal y/o iniciativas de empresarios que buscan mejorar una imagen corporativa en base a estas prácticas que son vistas como "ambientalmente amigables".

Sin embargo, el verdadero impulso a los mercados de carbono se produce a partir de la entrada en vigencia del Protocolo de Kioto (PK) en el mes de febrero de 2005 y del lanzamiento de sistemas de comercio de emisiones de GEI nacionales y/o regionales que se anticiparon al mismo (como el UK Emission Trading Scheme en el Reino Unido o más recientemente el EU Emission Trading Scheme en la Unión Europea) y que, en el último caso, admite el comercio de unidades de carbono previstas por el Protocolo.




Carbon Market Business in Latin America - Developing Partnerships with the UK

El lunes 2 de marzo de 2009 en la ciudad de Londres, se desarrolló una jornada de trabajo en la que representantes de Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador y Perú expusieron sobre las posibilidades de inversión en cada uno de sus países. Es de destacar que Argentina fue representada por Irene Wasilevsky (por la Bolsa de Comercio de Buenos Aires) y Máximo Sáenz (por el Fondo Argentino de Carbono). Esta iniciativa se realizó en vistas de la próxima visita que organiza la CCPO (Oficina de Proyectos de Cambio Climático del Reino Unido) a América Latina para el mes de abril. Es así como el 29 de abril Buenos Aires recibirá un grupo de de inversores dispuestos a concretar negocios de proyectos MDL (Mecanismos de Desarrollo Limpio).

ENTIDADES OPERACIONALES
DESIGNADAS


Japan Quality Assurance Organization (JQA)
JACO CDM, LTD (JACO)
Det Norske Veritas Certification Ltd. (DNVcert)
TÜV SÜD Industrie Service GmbH (TÜV-SÜD)
Tohmatsu Evaluation and Certification
Japan Consulting Institute (JCI)
Bureau Veritas Quality International Holding S.A. (BVQI Holding S.A.)
SGS United Kingdom Ltd. (SGS)
The Korea Energy Management Corporation (KEMCO)
TÜV Rheinland Japan Ltd. (TÜV Rheinland)
KPMG Sustainability B.V. (KPMG)
ERM Certification and Verification Services Ltd (ERM CVS)
British Standards Institution (BSI)
Spanish Association for Standarisation and Certification (AENOR)
TÜV NORD CERT GmbH (RWTUV)
Lloyd´s Register Quality Assurance (LRQA)
Colombian Institute for Technical Standards and Certification (ICONTEC)
Korean Foundation for Quality (KFQ)
Swiss Association for Quality and Management Systems (SQS)
PricewaterhouseCoopers – South Africa (PwC)
China Environmental United Certification Center Co., Ltd. (CEC)
RINA S.p.A (RINA)
SIRIM QAS INTERNATIONAL SDN.BHD (SIRIM)
Korean Standards Association (KSA)
Environmental Management Corp. (EMC)
Japan Management Association (JMA)
Germanischer Lloyd Certification GmbH (GLC)
China Quality Certification Center (CQC)

Para mayores datos consultar en

http://www.unfccc.int






ALEJANDRO NADAL

DOCE DIAS PARA COPENHAGUE


Fuente: La Jornada
por Alejandro Nadal
25 de noviembre, 2009

Los pronósticos de la comunidad científica sobre el cambio climático son claros. Las concentraciones de gases de efecto invernadero (GEI) alcanzarán niveles peligrosos en pocos años. Los efectos sobre la temperatura promedio global ya se dejan sentir, precipitando el deshielo de glaciares y de la capa de hielo en el Ártico, entre otras cosas. Si se quiere evitar lo peor es necesario actuar ya.

Es decir, en materia de cambio climático, el recurso escaso es el tiempo. Lo malo es que lo estamos desperdiciando en grande. La conferencia de Copenhague, programada para arrancar el 7 de diciembre, podría ser una de las últimas oportunidades para comenzar la transición económica y tecnológica que reclama el desafío del calentamiento global.

Ésta es la decimoquinta conferencia de las partes (COP-15) de la Convención marco de Naciones Unidas sobre cambio climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés). Es un hito decisivo porque en ella se deberían aprobar los grandes lineamientos del acuerdo que debe remplazar al Protocolo de Kyoto (PK), que expira en 2012. Éste es el tratado internacional aprobado en 1997 para comenzar a limitar las emisiones de gases de invernadero y reducir la adicción a los combustibles fósiles.

Desgraciadamente, las modestas metas del PK ni siquiera se cumplieron. Las lecciones del PK no pueden ser ignoradas.

El secretario ejecutivo de la UNFCCC, Yvo de Boer, piensa que la conferencia de Copenhague todavía puede cumplir su meta principal si se pueden responder las siguientes preguntas. Desgraciadamente no se da cuenta de que ya se conocen las respuestas.

Primero: ¿cuál es el nivel de reducción de emisiones de gases de invernadero que los países industrializados están dispuestos a aceptar? Aquí se trata de poner sobre la mesa metas cuantitativas que van a tener carácter vinculante. Pero ya es evidente a estas alturas que Estados Unidos no va a acudir a la conferencia con un mandato claro sobre el nivel de reducción de emisiones para los próximos 50 años. La razón es que el Senado de ese país acaba de posponer el debate de la ley Kerry-Boxer para la primavera de 2010. Esa iniciativa establecerá las metas de reducciones estratégicas de Estados Unidos y está articulada con el esquema de mercado de bonos de carbono de la ley Waxman-Markey, que también se encuentra en pleno debate en el Senado. Aun cuando Obama anuncie metas de reducciones en los próximos días, a aprobación de la ley Kerry-Boxer en el Senado no está garantizada: todos sabrán que Estados Unidos llegará con las manos vacías a Copenhague. Eso arrastrará a Europa, China e India.

Segundo: ¿qué están dispuestos a hacer los grandes países en desarrollo como China, India y Brasil para limitar el crecimiento de sus emisiones? Las emisiones de estos países crecen rápidamente. En su viaje a China la semana pasada, Barack Obama y el presidente Hu Jintao llegaron a un acuerdo implícito: en Copenhague no va a surgir un gran acuerdo con metas cuantitativas de reducciones de GEI. Eso implica que la India y Brasil tampoco van a comprometerse.

La tercera pregunta: ¿cómo se va a financiar la ayuda que necesitan los países no industrializados y cómo se va a administrar ese dinero? Para comenzar, las cifras de los últimos tres decenios sobre el flujo de ayuda a los países en desarrollo no permiten el optimismo. Y las cosas han empeorado: con la crisis financiera y económica global, no soplan vientos de gran generosidad en los países de los que podría emanar la ayuda. Así que, más allá de discutir si se establece una agencia multilateral que centralice los recursos y los asigne con un esquema de prioridades, o si se deja que la ayuda bilateral sea el canal privilegiado, lo que se requiere es llamar la atención sobre la necesidad de un nuevo gran paradigma para reorganizar las relaciones económicas internacionales.

Las respuestas a las preguntas de Yvo de Boer no favorecen el optimismo. Sin embargo, si no hay humo blanco en Copenhague, eso no es necesariamente lo más malo que puede suceder. Después de todo, sería peor despertar después de la COP-15 con un tratado que cristalice instituciones perversas en un mundo que se engaña a sí mismo con la ilusión de que, ahora sí, ya trabaja para resolver el problema.

Si lo que se busca en Copenhague es un refrito del Protocolo de Kyoto estamos frente a un grave problema. Hay que reconocer que el PK no fue un buen tratado. Sus metas fueron pobres y tenía grandes ventanas para eludir compromisos. Es hora de abandonar los esquemas que se proponen en su nombre (¡como si la experiencia de Kyoto hubiera sido exitosa!). Entre otras cosas, hay que desechar la solución del mercado de bonos de carbono, en el que, al final de cuentas, “el que contamina gana”. También hay que desechar la idea de un impuesto regresivo a las gasolinas como si eso fuera “la” solución. Se necesitan estrategias de transformaciones estructurales, no soluciones mágicas. Sobre todo, es hora de pasar a un esquema en el que la justicia sea el eje principal para enfrentar el problema del cambio climático.



nature vs. civilization - by-bec-young


COPENHAGUE:
RESISTENCIAS DEL CAPITAL

Fuente: La Jornada
por Alejandro Nadal
9 de diciembre, 2009

El capital sólo puede existir como fracciones privadas de valorización. Son las empresas: centros de acumulación enfrascadas en una lucha constante para aumentar el valor de su núcleo de capital. El cambio técnico es uno de los instrumentos más importantes de esa competencia intercapitalista. Por eso el capitalismo genera continuamente innovaciones técnicas.

Éste es un rasgo que resaltan tanto los aduladores del capital como sus críticos. Y de ahí muchos concluyen que el capitalismo está dotado de una gran capacidad de adaptación a los cambios que se producen a su alrededor.

Pero el capitalismo también está lastrado por inercias profundas que frenan su capacidad de cambio. La razón es que una vez que se han realizado las inversiones asociadas a una trayectoria tecnológica, el capital tiene que amortizarlas y resiste los cambios con la misma tenacidad con la que antes empujaba las transformaciones. Por eso los funcionarios de las empresas transnacionales, que llevan la lógica del capital hasta en las venas, resistirán con todas sus fuerzas cualquier amenaza a su base de poder. La flexibilidad de la economía capitalista tiene límites poderosos.

Por ejemplo, hay algo que no ha cambiado en la trayectoria tecnológica del capitalismo en los últimos 200 años. El proceso de acumulación ha estado cristalizado sobre una plataforma energética de combustibles fósiles. Desde los albores de la revolución industrial la base material del capitalismo, a escala global, depende de una manera u otra de la extracción y utilización de combustibles fósiles. Este perfil energético terminó por alterar la composición química de la atmósfera en estos dos últimos siglos.

Hoy sabemos con certeza que esto constituye la peor amenaza para la especie humana. La única manera de enfrentar estos cambios en la atmósfera implica transformaciones profundas en la estructura material que sostiene la acumulación capitalista. El capitalismo resistirá esos cambios, porque los costos asociados se presentan como insoportables a los funcionarios del capital. La conferencia de Copenhague sobre cambio climático es la prueba.

En esta importante conferencia la solución planteada desde los centros de poder descansa en dos vertientes que son funcionales a la acumulación privada. La primera es el mercado de carbono, una falsa solución que acabará por imponerse en la declaración final de Copenhague. En este esquema, miles de empresas recibirán gratuitamente cuotas permitidas de emisiones de gases invernadero. Podrán vender el excedente no utilizado en un mercado especial, supuestamente creando los incentivos para la gran transformación de la base energética. Es un premio para los contaminadores históricos, no un instrumento eficaz para reducir y estabilizar las emisiones de gases invernadero.

La segunda vertiente es el esquema de financiamiento para que los países pobres puedan reducir sus emisiones y adaptarse a los efectos del cambio climático. La Agencia Internacional de Energía calcula las necesidades de los países que no son miembros de la OCDE en 197 mil millones de dólares (mmdd) de inversiones para reducir las emisiones de carbono para el año 2020. Si, como se propone por los países ricos, esos recursos son manejados por el Banco Mundial, ya nos podemos despedir de cualquier cosa que se parezca al desarrollo sustentable.

Obama piensa que los países ricos pueden llegar a un acuerdo sobre la cifra de 10 mmdd anuales en Copenhague. Pero también ha señalado que a largo plazo la mayor parte de los recursos deben provenir del sector privado. Para ello, la Casa Blanca y el Banco Mundial insisten en que los países pobres deben ofrecer incentivos para las inversiones que podrían reducir las emisiones de carbono. Ya sabemos cuáles son esos incentivos: apertura, privatización, desregulación. Es decir, hay que perpetuar el modelo neoliberal para asegurar una solución al cambio climático.

Así se cierra el círculo. Por un lado se exigirá a los países pobres mantener “incentivos” para atraer inversiones extranjeras necesarias que supuestamente reducirán las emisiones de gases invernadero. No importa que el modelo neoliberal sea un insulto social y ambiental. Por el otro lado, se va a “garantizar” que tengan acceso a un buen mercado internacional de bonos de carbono con el fin de canalizar más recursos para reducir las emisiones de carbono. No importa que el mercado de carbono sea un gran fracaso anunciado.

El capital y sus centros de poder prefieren llevar a la ruina al mundo entero, antes que sacrificar sus fuentes de privilegios. Las grandes corporaciones cuya capacidad productiva descansa en los combustibles fósiles van a oponer feroz resistencia a todo lo que suene a cambio. Poco importa que la perspectiva de procesos de cambio climático descontrolados constituya la peor amenaza para la humanidad y la biósfera. El capital, en su delirio de acumulación sin fin, está dispuesto a sacrificarlo todo. Si las organizaciones sociales no ejercen la presión suficiente, la conferencia de Copenhague será un espacio para profundizar la destrucción ambiental y la explotación social.

http://nadal.com.mx