Escrito por Mario Osava
RÍO DE JANEIRO, dic (IPS/TerraViva) – El ganado bovino debería tener en el debate mundial la misma prioridad que las armas nucleares, las guerras y en especial que el cambio climático, por su incidencia, pero no está en la pauta, lamenta el activista brasileño João Meirelles Filho, autor de dos libros sobre la ocupación amazónica.
Esta actividad agropecuaria es en Brasil la mayor causa de emisiones de gases invernadero, al ser responsable de los cuatro quintos de la deforestación de
No se puede creer en la promesa brasileña de reducir los gases contaminantes, porque se basa en contener la deforestación, sin tocar la verdadera causa que es la ganadería extensiva de vacunos, dijo Meirelles a IPS.
Sin afrontar esa cuestión, Brasil no lleva a la 15 Conferencia de las Partes de
José Miguez, coordinador de
Pero la diatriba de Meirelles, solitaria años atrás, fue confirmada ahora por 10 investigadores de varias universidades e institutos gubernamentales y una organización ambientalista de este país, quienes estimaron que por lo menos la mitad de los gases dañinos para el ambiente emitidos en Brasil de
El estudio titulado “Estimación de emisiones recientes de gases del efecto invernadero por la pecuaria en Brasil”, que será presentado este sábado en Copenhague, advierte que hay una subestimación por parte de las autoridades y algunos expertos sobre cuáles son los responsables de la contaminación ambiental.
Es que en los papeles oficiales sólo se consideran tres fuentes contaminantes, como son la deforestación, la quema de bosques y pastizales y la fermentación entérica de los vacunos, omitiendo otros factores, como praderas degradadas, los alimentos de los animales, el transporte y la industrialización.
En todo el país hay casi 200 millones de vacunos, uno por cada brasileño, que ocupan un cuarto del territorio nacional y que suman tres veces el área sembrada.
Pero es no es solamente un problema amazónico ni siquiera brasileño, sino mundial.
Los más de 1.200 millones de vacunos existentes en el mundo consumen más alimentos que los 6.800 millones de humanos, la mitad de los cuales no consume su carne. Un millón de personas no lo hace por razones religiosas y casi todas las demás por insuficiencia de ingresos para comprarla, acotó.
Es insustentable la tendencia creciente al consumo de carne bovina que se registra especialmente en China, donde aún se limita a seis kilogramos anuales por persona, lejos de los
Además de ineficiente productor de proteína, exigiendo ocho kilogramos de forraje por cada uno de carne, el vacuno es un depredador ambiental y social. En Brasil, el mismo gremio de grandes agricultores y ganaderos calcula que hay 70 millones de hectáreas de pastizales degradados.
La expansión de la ganadería extensiva de vacuno constituye, de hecho, el único ciclo económico de Brasil, la forma principal de ocupación de todo el territorio nacional, según Meirelles, dejando a un lado los del oro, del azúcar o del café de los que hablan los historiadores, porque fueron locales y limitados.
El ganado fue el instrumento histórico de ocupación de
A la deforestación y degradación de las tierras se suma la erosión, la sedimentación de los ríos y otros daños.
Los tres millones de vacunos que pastan en la inmensa y húmeda isla de Marajó, en la desembocadura del río Amazonas, “alteran los llanos, abren riachuelos y cambian el régimen hídrico”, según el activista. Máxime si se tiene en cuenta que una buena cantidad de ellos son búfalos, los mas terribles destructores de la naturaleza.
Además, el avance del ganado vacuno tiene costos sociales absurdos, fomentando los más numerosos casos de trabajo esclavo moderno y los cruentos conflictos por la tierra, al ser usado por empresarios y potentados para asegurar la posesión ilegal de grandes latifundios con mínimo empleo.
No es, por otra parte, una actividad rentable, observó Meirelles.
En su opinión, habrá que reducir drásticamente el ganado vacuno en Brasil y en el mundo, generando conciencia para un menor consumo de su carne. Ese proceso cultural exige un tiempo de que la humanidad no dispone para mitigar el cambio climático, reconoció. Por ende, acciones y liderazgo gubernamentales se hacen urgentes para impulsar soluciones.
Brasil, al asumir el compromiso de reducir en 80 por ciento la deforestación amazónica para 2020, debería poner a la ganadería bovina en la pauta de negociaciones climáticas y promover políticas que eviten esa catástrofe visible, pero escamoteada por “alguna ceguera inexplicable”, concluyó Meirelles.
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